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OPINIÓN DEL LECTOR

Obstáculos

La semana pasada vi por televisión diversos actos relacionados con protesta contra el exceso de obstáculos en la vía pública, pero no oí que se nombrara a los bolardos, que están invaden nuestras calles y que son un peligro tanto para peatones como para ciclistas y automovilistas. Bolardos altos y bajos, con formas o lisos, pero estáticos y recios, situados por todas partes, en aceras y calzadas, carriles-bici o vados.

Por si no tuviéramos ya bastantes obstáculos para circular fácilmente, ahora surgen por doquier estos artilugios rígidos, que son una amenaza para la seguridad de los viandantes, particularmente en los pasos para peatones, y no sólo para invidentes o discapacitados físicos, sino para cualquiera que no vaya mirando al suelo buscando su existencia o porque, esperando el cambio de semáforo para cruzar la calle, no los vea por haber gente delante; y no digamos en las calles del centro, con aceras estrechas en las que se han situado, donde si por un lado pueden disuadir a determinados conductores de aparcar ocupando la acera, por otro lado no permiten la circulación normal de peatones, sobre todo en horas punta, por lo que hay que invadir la calzada involuntariamente para sortearlos.

Para nuestra tranquilidad, que se retiren todos los bolardos, mucho más peligrosos que los chirimbolos o los bordillos de las aceras. Que se utilicen señales viales en su lugar y se dispongan campañas educativas y de concienciación para respetarlas. Su colocación sólo debería ser circunstancial donde sea imprescindible, y en estos casos habrían de ser de goma, sólo disuasorios.

Numerosos accidentes por choque o tropiezo dan fe de lo mencionado anteriormente, la mayoría de los cuales no son denunciados por los sufridos ciudadanos. Así pues, hay que considerar estos obstáculos entre los más peligrosos, siendo necesaria su retirada tanto por motivos de seguridad como de estética.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de octubre de 2002