La energía es uno de los sectores más crecientes de nuestra economía, las grandes empresas se frotan las manos porque la tendencia es la dependencia cada vez mayor de uno de los términos de la fórmula 'einsteniana'. Consumos mayores en invierno y verano, calefacción y aire acondicionado, climatizadores de nuestras vidas, más y más energía, derroche incluido.
A pesar de ello, las infraestructuras eléctricas son obsoletas, técnicamente deficientes, como lo prueban los numerosos cortes en todo el territorio español. Desde Andalucía y desde Málaga hemos podido comprobar que nuestra 'Andalucía imparable', empeñada en la representación teatral que supone engañar a un público mundial, no está preparada para muchas cosas. Sol y playa sí, pero como caigan cuatro gotas nos quedamos sin energía.
Es una situación demasiado habitual en nuestros municipios. Los ciudadanos no nos quejamos suficientemente, debemos quejarnos porque son vergonzosas las situaciones vividas durante el anuncio del otoño, me refiero a los días 16 y 17 de septiembre, cuando caen tres gotas, o lo que es lo mismo 13 litros por metro cuadrado, y a las magníficas instalaciones eléctricas se les ven las posaderas. Los ingenieros, con cara de avergonzados, dicen que las ratas son muy malas y que el salitre, últimamente, se dedica a fastidiar las líneas; también el polvo, que hay mucho polvo. Quizá alguien los creyó.
¡Pero qué pocas luces tenemos! Y qué pocas previsiones.
Escribo esta carta desde nuestra casa, que se suministra del sol, energía que la 'Andalucía imparable' posee. El sol llega a una placa fotovoltaica, carga las pilas o baterías y ya la tenemos en casa. Conozcamos esta energía y cómo manejarla.
Mi petición: Vayan renovando las instalaciones de Málaga, que estamos en el siglo XXI, en Europa.com y demasiadas veces a oscuras, y si se acuerdan del sol y sus posibilidades, mucho mejor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de octubre de 2002