Con ocasión de una agresión grave sufrida por la diosa Cibeles en mayo de este año, envié una carta a ese diario en la que señalaba la indolencia de las autoridades que deben cuidar de nuestro patrimonio histórico-artístico. Como no hacía al caso, no cité otras salvajadas y destrozos infligidos por gamberros y seguidores del Real Madrid o del Atlético a otros monumentos de la zona: la Mariblanca, el monumento a Juan Valera, o el del dios Neptuno (también realizado con mármol de Montesclaros), sin contar las agresiones perpetradas, con licencia, por el señor Álvarez del Manzano (el regidor más cateto que hemos tenido en toda la historia de Madrid) a calles, plazas y paseos, como el de la Castellana, o la plaza de Oriente, sin que nadie diga o haga algo ante la mayor destrucción del patrimonio arqueológico y monumental acaecido desde la guerra civil.
La última agresión es hija directa de esa barbaridad autorizada por el señor Manzano de festejar éxitos futboleros encaramándose a un monumento emblemático de Madrid (y de España entera, pues se erigió por el Estado). Se ha detenido a unos jóvenes, pero ¿con qué fuerza moral puede un fiscal acusar por unos hechos que se vienen perpetrando periódicamente con impunidad e incluso autorizados? No, lo siento, admirado Valdano, el problema, como sabes, no es pagar algo irreparable, sino sacar los pies de la Cibeles y llevarlos al jardín del presidente del Real Madrid o a la catedral de la Almudena, ahora que contáis con Su Santidad como socio. Dejad, por favor, en paz a la diosa Cibeles. Subsidiariamente, pido volver a taparla con sacos terreros, como se hizo de 1936 a 1939 por otros madrileños más cultos y cívicos, o esconderla en sitio seguro, y en su lugar poner una réplica de plástico con camiseta blanca, y con una máquina expendedora de refrescos adosada.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 12 de octubre de 2002