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Crítica:CANTO

Desde las raíces

Los dos espirituales negros que Barbara Hendricks ofreció como cuarta y quinta propina, en un clima de apoteosis, ayer en el teatro de La Zarzuela, dieron la clave no solamente del recital sino del carisma que posee la cantante de Arkansas. Tiene Barbara Hendricks un melodismo fácil que a veces incluso no le favorece, una manera de contar cantando muy pegada a la confidencialidad y, sobre todo, una vinculación a las raíces espirituales y populares del canto religioso americano. Todo ello conforma una manera de ser y decir; es decir, una manera de cantar.

Barbara Hendricks (soprano)

Con Love Derwinger (piano). Canciones de Franz Schubert, Edvard Grieg, Ture Rangström, Francis Poulenc y Manuel de Falla. IX Ciclo de Lied (inauguración). Fundación Caja Madrid, Teatro de La Zarzuela, 14 de octubre 2002.

Luego está la estampa de la soprano, su presencia escénica tan contundente como atractiva. Desde la obsesión por contar historias cantando se puede entender su acercamiento a Grieg; desde la fijación a las raíces su, en cierto modo fallido, Falla. Fallido, también porque la memoria es a veces puñetera y el espectro de Victoria de los Ángeles o Teresa Berganza se pasea por la sala cuando alguien se enfrenta a las siete canciones populares españolas de Falla. El estilo, la dicción de Hendricks no estuvieron conseguidas. Hubo buena voluntad, desde luego, pero quizá sin lograr ese punto de acierto que hace unos años desplegó en las Canciones negras, de Montsalvage, sin salirnos de lo español, en estos mismos ciclos del Teatro de la Zarzuela.

No tiene la voz en su mejor momento Barbara Hendricks. Tampoco su afinación fue en todo momento impecable. Molestó a algunos espectadores. La mayoría, sin embargo, lo superaron, porque la cantante tiene un algo -seguramente ese concepto tan inasible que llamamos musicalidad- que cautiva. Lo mejor de la noche estuvo, en cualquier caso, en el apartado de las propinas: Duparc, Delibes y su Canción española, el Ave María de Schubert y, por encima de todo, los espirituales, con o sin acompañamiento de piano.

Compromiso social

Love Derwinger mostró desde el piano una gran identificación con la cantante. Y, también, una gran profesionalidad. El público, como suele suceder en los recitales de Barbara Hendricks en Madrid, abarrotó el teatro y no salió defraudado. No fue, en cualquier caso, un recital espléndido, aunque tuvo momentos muy estimables: El rey de Thule y Margarita en la rueca, de Schubert; el bloque dedicado a Poulec y especialmente las propinas.

Hendricks obtuvo hace un par de años el premio Príncipe de Asturias de las Artes por la combinación entre el oficio de cantar y su compromiso social. Se comprende al escucharla en los cantos más pegados a las raíces. Desde las raíces uno se identifica con Barbara Hendricks. El público: tosió a placer entre canción y canción. Sonó también un teléfono móvil. Y es el público más entendido de Madrid.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 15 de octubre de 2002