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Un fino oído al ruido del presente

Lo que Arthur Miller hizo fue colocar sobre un escenario a un montón de personajes para que hicieran trizas el sueño americano. Woody Allen ha desencadenado la risa llevando a la pantalla la locura cotidiana de la gente corriente.

Son dos de los nombres más conocidos de los galardonados este año con el Premio Príncipe de Asturias -dotado con 50.000 euros, diploma, medalla acreditativa y una escultura de Joan Miró- y serán dos de los responsables de los discursos que se leerán el viernes. Daniel Barenboim será el otro galardonado que tomará la palabra.

Barenboim no recibe el premio por su carrera artística (es uno de los mejores músicos actuales), sino el de la Concordia, junto a Edward Said. Un argentino de ascendencia judía (Barenboim) y un palestino (Said) que se han unido para romper el círculo vicioso de la barbarie que domina Oriente Próximo: con lo que, una vez más, estos galardones vuelven a destacar por el fino oído que tienen hacia el presente. Un oído que recoge la trascendencia de Internet o el papel de Anthony Giddens como teórico de la llamada tercera vía. Enzensberger, por su parte, es uno de los intelectuales de mirada más original e independiente. Sin olvidar la relevancia de los esfuerzos por investigar la Antártida. Pero el jurado no sólo tiene un buen oído para escuchar el presente. Tienen ojos, y han visto cómo juega la selección de fútbol de Brasil. Así pues, han concedido los premios a una brillante representación de lo mejor de este tiempo disperso y conflictivo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de octubre de 2002