Australia vivió ayer un día de luto cuando se cumplía una semana del atentado de Bali que se cobró la vida de más de 180 personas, la mitad de ellas australianas, según informaba la BBC. Las banderas ondearon durante todo el día a media asta y hubo ceremonias cívicas y servicios religiosos por todo el país. Al mediodía (hora local, cuatro de la madrugada hora peninsular española) se guardó un minuto de silencio en la capital, Canberra, y el resto de ciudades australianas, a la vez que se hacían sonar las campanas de las iglesias. Para la caída de la tarde se esperaba una ceremonia en la ciudad de Perth en la que la gente encendiera velas en memoria de los muertos en el atentado.
El primer ministro australiano, John Howard, aseguró antes de asistir a una misa en Canberra que el mundo había cambiado después del atentado de Bali. 'No quiero sonar alarmista pero ahora vivimos en un mundo diferente', dijo Howard. 'Tampoco puedo garantizar que no ocurra [un atentado como el de Bali] aquí'. Por su parte, el jefe de la Iglesia anglicana australiana, el arzobispo Peter Carnley, criticó el apoyo de Canberra a la política norteamericana ante Irak. 'Sólo era una cuestión de tiempo que hubiese víctimas australianas en represalia', expresó.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 21 de octubre de 2002