La República Democrática de Congo (ex Zaire), dos veces y media más grande que España, rica en minerales estratégicos y en pobres de solemnidad, ha sido el centro de una maquinaria diabólica de muerte y robo. Las fronteras de la guerra, que estalló el 2 de agosto de 1998, y la ubicación de los bandos han coincidido con la concentrarión de las riquezas.
El Ejército ugandés del presidente Ioweri Museveni, un hombre ensalzado en Occidente y en el FMI por su pasada política económica, se hizo con el control de la localidad de Bunia, situada en el noreste de Congo. Allí se encuentran los yacimientos auríferos que inspiraron la novela Las minas del rey Salomón y alentaron la imaginación de miles de buscadores.
Ruanda, que llegó a dominar un territorio 14 veces superior al suyo, se centró más en el saqueo del coltán (columbita-tántalo), mineral estratégico para la telefonía móvil, los ordenadores personales y las play station, entre otras aplicaciones. En el informe se denuncia que ese contrabando financió en 1999 el 80% de los 320 millones de dólares del presupuesto militar del invasor Ejército ruandés, ahora retirado del Este de Congo tras los acuerdos de paz firmados este año en Johanesburgo.
Botín de 5.000 millones
Zimbabue, fiel aliado del Gobierno de Kinshasa -primero, de Laurent Kabila; después, de su hijo Joseph-, ha obtenido grandes beneficios de las concesiones de cobre en Katanga y de diamantes en Mbuji Maji. Zimbabue ha llegado a tener desplegados en Congo, en guerra contra Ruanda, Uganda y sus guerrillas satélites, 11.000 soldados. El precio del despliegue era de un millón de dólares cada mes. Los beneficios minerales no equilibraron la balanza del Estado, sino que llenaron los bolsillos del entorno de Robert Mugabe. El informe cuantifica el desvío en 5.000 millones de dólares. Esa política es una de las razones de la crisis económica zimbabuana y de la posterior incautación de granjas de blancos.
El informe de la ONU no propone sanciones contra Congo o embargos a los países implicados, pues estima que esas medidas favorecerían a las mafias actuales o a las que pudieran crearse. Acabada la guerra oficialmente y retiradas las tropas, siguen operando en el terreno las guerrillas sucursales de Uganda y Ruanda (este fin de semana se libraron combates en Uvira, sureste). El informe recomienda su desarme y desmantelamiento. La ONU sí propone medidas contra las empresas implicadas y para los individuos mencionados, muchos de ellos directivos de esas compañías o intermediarios que hacen negocio en medio de las guerras africanas.
Algunas de las propuestas de la comisión de la ONU son de difícil cumplimiento. Un ejemplo: la necesidad de apoyar económicamente el proceso de paz de Congo, un país quebrado por cuatro años de guerra y más de tres décadas de dictadura (Mobutu Sese Seko), que, unidos a los años de colonia belga (cuya brutalidad a principio de siglo alentó El corazón de las tinieblas, de Conrad), ha dejado un reguero de horror: millones de muertos y desplazados.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 22 de octubre de 2002