En estos tiempos en que monseñor está tan de moda, no debería sorprenderme lo que sucedió el sábado 19 de octubre por la mañana.
Entré confiadamente en una farmacia para comprar preservativos y me quedé helada cuando la dependienta respondió que no vendían. ¿Cómo que no?, dije yo, ¿y por qué, es política de la empresa? Respondió afirmativamente. No me pude callar: ¿política proembarazos no deseados o política prosida? Encogimiento de hombros por su parte.
Me parece que la salud de las personas debería estar por encima de las creencias que uno tenga.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 23 de octubre de 2002