Lucharon por un doctorado y ahora pelean por un crédito. Estudiaron con probetas y ahora trabajan con ordenadores. Iban para científicos y han acabado en empresarios. A veces, a la fuerza.
Ángela Pérez tenía 25 años cuando se quedó en la calle. Una multinacional farmacéutica había absorbido a su empresa, y los trabajadores, despedidos. 'Nos encontramos con tres años de tecnología desperdiciada. Mi profesor de la universidad, Manuel Pérez Alonso, me dio la idea de fundar una empresa'.
Así nació en 1998, en Paterna (Valencia), Sistemas Genómicos. Por 300 euros y con una muestra de sangre, el equipo de Ángela Pérez te dicen si tienes predisposición a un cáncer de piel, de mama o de colon; por 15 euros, te secuencian tu ADN; por un poco más, analizan si la chocolatina se ha fabricado o no con soja transgénica.
Estos nuevos y jóvenes empresarios de la genética tienen en universidades, hospitales, farmacéuticas e industria agroalimentaria a sus principales clientes.
Carlos Buesa consiguió hace unos meses 300.000 euros para su empresa, Oryzon Genomics. 'El programa Neotec permite optar a créditos sin necesidad de avales. Somos científicos, recién salidos de la universidad; la mayoría no tenemos ni piso para dejarlo de aval; por eso era más difícil optar a otras subvenciones oficiales'.
Oryzon, fundada en 2000 por Buesa (38 años entonces) y Tamara Maes (31), se dedican a la genómica funcional de plantas. Antes de que se publicara el mapa genético del arroz, Oryzon Genomics había nacido para crear patentes de genes del arroz modificados. Se dan cuatro años para descubrir qué gen de entre los 35.000 del mapa completo, se altera o no, por ejemplo, con la salinización del agua.
También a la genómica funcional se dedica el gallego Laureano Simón.
De investigador en biología molecular en Escocia, se reconvirtió en empresario dedicado a la biomedicina en el País Vasco. Fundó hace tres años Medplant Genetics. 'Con chips de ADN descubrimos qué posibilidades tienen las moléculas de futuros fármacos de ser activas o de ser tóxicas. Ayudamos a decidir a la industria si puede seguir sus ensayos clínicos y, por tanto, le ahorramos tiempo y dinero en investigaciones'.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de octubre de 2002