"Cada día avanzamos un paso, cada día estamos más cerca de resolver el caso", afirmó ayer el agente especial Gary Bald, representante del FBI en el comité policial que dirige la investigación. Sus palabras fueron acogidas con escepticismo. La policía parece volver continuamente al punto de partida. Y la formidable fuerza reunida para perseguir al francotirador, más de mil personas entre agentes del FBI, miembros de otros cuerpos federales y miembros de las policías locales de dos Estados, Maryland y Virginia, y de Washington, dan claras muestras de descoordinación.
La principal queja de los participantes en la investigación es que la información no fluye adecuadamente. El comité coordinador quiere evitar (sin conseguirlo por ahora) las filtraciones a la prensa y para ello trata de ocultar los datos o pistas en sus manos. Pero ese hermetismo, basado en la voluntad de dialogar en secreto con el asesino, afecta a los agentes de a pie, a las patrullas y a todos aquellos que podrían encontrar físicamente al misterioso francotirador. Cientos de policías se sienten en la inopia y marginados, las distintas jurisdicciones entran frecuentemente en conflicto.
El fiscal general, John Ashcroft, mantiene abierta la opción de "federalizar" la investigación. Pero no se decide. Las agencias federales tienen ya mucha influencia sobre ella, aunque el jefe Charles Moose de Montgomery (Maryland) siga siendo la cara visible.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de octubre de 2002