En este sistema que va a durar muchos años, porque los dos partidos lo comparten, hay dos clases de empresas: las que se forman por el esfuerzo de una o varias personas que acumulan el dinero y el trabajo; algunas fracasan, otras crecen y forman parte del desarrollo de la colectividad. La otra clase son las que se privatizan: son de propiedad pública, de un Estado, o una ciudad, y se venden a un propietario privado. Suele decirse que las empresas privatizadas ganan por fin dinero, y cuando eran públicas lo perdían. Esa forma de perder dinero era muchas veces por despilfarro, por mala administración, por pequeñas o grandes rapiñas; las más de las veces porque el servicio público estaba por encima del dinero. Privatizadas, esas empresas de necesidad ganan dinero privando de servicios: trenes que no paran en pequeñas estaciones o que suprimen tramos no rentables, aviones que abandonan rutas, teléfonos o electricidad que no llegan a pueblos. Y, además, se convierten en reguladores del trabajo: siempre hay demasiados empleados, siempre hay máquinas que hagan el trabajo humano.
Se debe advertir que muchas de esas máquinas no siempre ahorran dinero: son caras, lo son sus piezas consumibles, la electricidad que consumen, y se quedan obsoletas rápidamente: aun funcionando, hay que comprar los nuevos modelos para no quedarse atrás en la competencia. Más caras que el obrero: pero no se sindican, no piden mejores salarios, no se declaran en huelga. Las empresas privatizadas, además, se ponen en manos de gubernamentales, lo cual da una seguridad mutua para el futuro. Parece que el ciudadano debería estar más satisfecho si hubiera una propiedad social o estatal, o colectiva, o de cualquiera de los diversos nombres que se han aplicado para disfrazar más o menos la cuestión, que les garantizara agua, gas, electricidad, teléfonos, transportes urbanos y nacionales, y todo lo demás. Incluso los bancos, pretendían algunos, que fueron derrotados con armas: a veces, directamente fusilados. Por tocar lo intocable.
Ahora el PSOE quiere que comparezcan los empresarios de lo privatizado en el Congreso para investigar algunos enriquecimientos raros. El PP trata de evitarlo, o de reducirlo. Pero tampoco sé qué hará el PP más adelante, cuando gane las elecciones. Y es que no sé si son los gobiernos los que privatizan las empresas, o las empresas las que modelan los gobiernos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 24 de octubre de 2002