Supongo que no soy el único ciudadano que habrá notado una fuerte 'transformación pepera' en lo concerniente a Cataluña. Con la reciente visita de Aznar a Barcelona y la todavía más reciente operación de catapultar a Josep Piqué como presidenciable a la Generalitat, se están escuchando declaraciones realmente desmesuradas -y a mi parecer muy poco sentidas.
Presumir ahora de acérrimos defensores de la centralidad catalana y/o intentar darnos lecciones de buen catalanismo me parece surrealista y un claro insulto a Cataluña y a lo que ésta significa y representa.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de octubre de 2002