Demostrado está: cualquier equipo, cualquiera, llega al Saporta y a poco que haga las cosas bien, y la suerte le acompañe, fácil es que se lleve una victoria jamás soñada. Ahí está el ejemplo de ayer, cuando un conjunto polaco, polaco de verdad, acudió a la casa del equipo más laureado de Europa y ganó. Lo nunca visto, lo que hace tiempo hubiera sido inimaginable, ocurrió. Empeñados en demostrar que la tan comentada proeza de Vitoria no fue sino un accidente, los de Imbroda ejecutaron un partido miserable, dañino, en el que jugaron con fuego hasta el último instante. Y se achicharraron, escribiendo una de las páginas más negras de la historia de un club al que, a día de hoy, sólo le mantiene en pie eso, su historia.
REAL MADRID 79| SLASK WROCLAW 85
Real Madrid: Victoriano (8), Herreros (16), Lucio Angulo (12), Alston (23), Hernández Sonseca (7); Lampe (3), Hawkins (5), Digbeu (5) y Mena. Slask Wroclaw: Miglieniks (1), Giedraitis (25), Zielinski (3), Holcomb (9), Koul (6); Adomaitis (10), Marciulionis (2), Lugo (15), Tomczyk (5), Skibiniewski y Wiekiera (9). Árbitros: Dekeiser (Polonia), Urukalo (Croacia) y Pozzana (Italia). 3.000 personas en el Raimundo Saporta.
Si el equipo tiene o no dos caras, doble personalidad, la de la hazaña ante el Tau y la del desastre de ayer, necesitaría de la psicología para poder ser demostrado. Lo que es patente es que en este conjunto hay muchos jugadores menores.
"Este no es un equipo de estrellas" decía un resignado Imbroda tras el choque. Cierto. Pero he aquí un equipo que hace de cada ataque un jeroglífico de complicada solución, al que se le ve el miedo en la cara. El Madrid vive en estado crítico. Siniestro total. El Madrid hoy, en Europa, es peor que muchos, polacos incluidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 25 de octubre de 2002