Esta carta pretende despertar conciencias para reivindicar un derecho humano: la vivienda.
Que el precio de la vivienda se encuentre donde esté es indignante.
Es muy grave que en este país no tengamos acceso a ese derecho primordial, muy grave. Pero lo que no deja de asombrarme cada día es la pasividad con la que recibimos estos ridículos precios (porque de irreales son ridículos) y que la única solución al problema sea callar y pagar, o callar y no poder ni pagar.
Nos estamos convirtiendo en un esperpento; familias hipotecando sus vidas, realquilados amontonados, treintañeros viviendo como Peter Panes con sus padres..., ¿pero esto qué es?
Sé que en este país impera el individualismo y nadie piensa en el beneficio común como algo propio, pero la vivenda es algo que nos afecta a todos y merece que entre todos la recuperemos.
Desde luego, esos poderosos a los que tanto ignoramos o en el mejor de los casos criticamos, lo tienen que ni pintado con la pasividad que nos mantiene como un rebaño de corderos.
¿Hasta cuándo nos quedaremos sentados: hasta los 100 millones por 50 metros cuadrados? Movilicémonos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 27 de octubre de 2002