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Crítica:TEATRO

Creador de imágenes

A Philippe Genty se le califica utilizando adjetivos que llevan del asombro al subconsciente, se le clasifica entre corrientes de las artes plásticas que tienen en Freud y en el surrealismo su origen, entre Dalí y Magritte. Resulta, en cualquier caso, difícil clasificarlo dentro de las corrientes de las artes escénicas, porque el suyo es un trabajo distinto, original. Es, probablemente, uno de los creadores más sorprendentes de imágenes imposibles, que él crea con un inagotable repertorio de trucos que tienen en las marionetas, el teatro de objetos y la danza su particular anclaje.

Frente a los montajes anteriores, Zigmund Follies es un montaje pequeñísimo, casi coqueto. En él, Genty abandona terrenos como el de la danza contemporánea y se aferra al oficio, mucho más tradicional, de las marionetas de mano. Los actores (Eric de Sarria y Rodolphe Serres), casi siempre invisibles a excepción de sus manos, además de hablar, exhiben una capacidad gestual y facial que los aproxima notablemente al mimo. La imaginación que despliega Genty es, sin embargo, de la misma especie. Y la narración es tan surreal, tan aparentemente ilógica, o tan simbólica, como siempre, aunque esta vez aproveche la sonoridad y el ritmo del lenguaje, los lapsus en el discurso, los pareados y juegos de palabras (en francés, con subtítulos) para completar la narración.

Zigmund Follies

Texto y dirección: Philippe Genty. Intérpretes: Eric de Sarria, Rodolphe Serres. Vestuario: Mary Underwood. Iluminación: Yannick Delval. Teatre de Salt. Girona, 26 de octubre.

Lo mejor siguen siendo sus formidables inventos visuales, como, en esta ocasión, el del abrigo que sostiene una caja donde, al abrirla, se halla una cabeza parlante. Es la primera imagen del espectáculo y, en realidad, lo contiene íntegramente.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de octubre de 2002