'Fuerte respaldo internacional al presidente Vladímir Putin', titula este periódico; exclúyanme a mí. Abc: 'Recibe el respaldo mundial': no, no, no. Los rehenes muertos lo fueron por los gases de Putin, que había exclamado que 'a Rusia no la pueden poner de rodillas': el hombre que fue agente del KGB durante 15 años sabe que Rusia ha vivido de rodillas muchos, que él ayudó y ahora es protagonista de las nuevas genuflexiones. Claramente, no se entra con bombas de gas en un teatro con rehenes: quizá noventa han muertos por las 'fuerzas del orden'. Y casi todos los asaltantes: en particular, las quince mujeres. Digo 'en particular' porque aún se puede decir que sus cadáveres presentaban una herida de bala en la sien.
No digo que no haya precedentes: el propio Fujimori hizo matar así a los rendidos asaltantes de la Embajada de Japón en Lima, y luego pudo huir con todo el botín de sus robos de Estado, y ahora está hospedado en Japón. No, no, no: más vale respetar las vidas de los rehenes y negociar, tratar, convencer o ceder, o pagar. Se captura, pero no se mata de un tiro en la sien a quienes se ha adormecido con un gas misterioso.
Hace unos años, Chechenia era un honrado pueblo caucásico que se oponía a la tiranía moscovita. Tenía 'el respaldo mundial', y aquellos que no estaban muy conformes eran acusados de procomunistas. Todo el que se oponía a algunas barbaries de EE UU, o de cualquier otro país capaz de ellas, era rápidamente acusado de antiamericano o antioccidental si no recordaba y condenaba las rusas en Chechenia: que eran también barbaries. Pero he aquí que el mundo occidental se encuentra atacado, o respondido si se me permite la expresión, por los 'extremistas islámicos fanáticos' y ahora los chechenos son los canallas.
No digo que no: asaltar un teatro lleno, derribar las torres de Nueva York o disparar contra los ciudadanos de Washington son horrores. Asolar Palestina es un horror continuo, un rayo que no cesa. Y destruir Afganistán. Cito y me sumo al editorial de mi periódico cuando dice que el islamismo checheno no se habría impuesto 'sin la obstinación de Putin'. Me sumo también cuando dice: 'Vertida la sangre, demasiada sangre, es la hora de las soluciones'. Es una frase que no se me va a olvidar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 28 de octubre de 2002