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CARTAS AL DIRECTOR

La huelga de la enseñanza

El pasado 29 de octubre he ido a la huelga porque la Ley de Calidad no cuenta con un programa de financiación. ¿Me puedo quedar quieto y permitir que ocurra lo mismo que con la LOGSE, muy buenas palabras: integración, atención individualizada, diversificación curricular, etcétera, pero sin medios ni económicos ni de más compañeros, y que el profesorado y los alumnos se vuelvan a comer el marrón. He ido a la huelga porque no quiero que el dinero de todos se vaya cada vez en mayor cuantía a la enseñanza privada y que los alumnos se matriculen por ello en colegios privados. ¿Acaso la enseñanza pública presenta superávit? He ido a la huelga porque si en tertulias con los compañeros y en claustros me quejo de excesivo número de alumnos, limitaciones en los medios materiales, perdería legitimidad y coherencia si en el futuro me volviera a quejar sin haber tomado parte en la huelga, siendo la única vía que me queda para patalear.

Éstos son los motivos que en otras ocasiones he escuchado a algunos compañeros para no ir a la huelga: 'Estoy harto de los sindicatos. Por aquí ni siquiera se han pasado. Siempre pringamos los mismos'; 'La última vez que hice huelga prometí que no volvería a hacerla, ya que no sirvió para nada'; 'Seguro que el martes no viene ningún alumno, así que ¿por qué voy a dar el sueldo de un día a la Administración?'; '¿Qué repercusión va a tener que cuatro hagamos huelga?'; 'Total, si voy a trabajar cobro y si se saca algo de todo esto yo gano igual'; 'Siendo funcionario no voy a perder el puesto de trabajo, y pase lo que pase yo seguiré cobrando igual'; 'Yo iría a la huelga, pero al ser cargo directivo la Administración me obliga a asistir'. A mí todo esto no me convence y me parece contradictorio con los valores de solidaridad que trato de transmitir a los alumnos. Por eso he ido a la huelga.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 2 de noviembre de 2002