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ELECCIONES EN EE UU

Los primeros resultados otorgan ventaja a los republicanos en las elecciones de EE UU

El hermano del presidente, Jeb Bush, obtiene la reelección como gobernador de Florida

El final de campaña de George W. Bush fue frenético. Visitó 15 Estados y 17 ciudades en cinco días, para rogar a los electores que le enviaran "aliados" al Congreso. El presidente no ocultó que su apuesta personal era muy alta en esas elecciones, y anoche los republicanos se sentían optimistas. Sus sondeos internos eran positivos. A las tres de la madrugada (hora peninsular española) el actual gobernador de Florida, el republicano Jeb Bush, sacaba 19 puntos de ventaja al demócrata Bill McBride con el 25% de los votos escrutados, con lo que prácticamente se aseguraba la reelección. En el Senado, los republicanos se aseguraron la victoria en Kentucky, Mississippi, Carolina del Norte, Maine y Virginia.

Respecto a las elecciones a gobernador, en Carolina del Norte se impuso Elizabeth Dole (republicana) y en el Estado clave de New Hampshire salió reelegido el republicano John Sununu. El sistema de proyecciones de voto que trabaja para las grandes cadenas de televisión renunció a hacer públicas sus estimaciones, por considerar que carecían de fiabilidad. Republicanos y demócratas habían hecho todo lo posible para movilizar a sus partidarios, con cierto éxito: la participación en Estados decisivos como Missouri y Minnesota rondaba el 60%, aunque en el conjunto del país no alcanzaba el 40%.

El partido que ocupa la Casa Blanca suele retroceder posiciones en las elecciones de mitad de mandato, como las de ayer. Y nunca un presidente ha recuperado el control del Senado en esas elecciones. Bush, sin embargo, estaba convencido de que la tradición se iba a quebrar. El dominio completo sobre el Congreso, que le daría libertad absoluta para aplicar su programa e iniciar, desde mañana mismo, la carrera hacia la reelección, estaba a su alcance. Su gurú electoral, Kart Rove, le había convencido con sondeos y proyecciones de que el voto republicano estaba en ascenso. La ventaja global de más de 10 puntos de que disfrutaban los demócratas seis meses atrás se había evaporado, y la derecha, apoyada en un Bush perennemente popular desde el 11-S, retomó gradualmente la iniciativa a lo largo de la campaña.

Bush se implicó hasta el fondo en las elecciones, hasta el punto de elegir personalmente a algunos de los candidatos republicanos, pasando por encima de las estructuras locales. Su mensaje en los mítines fue siempre el mismo: los demócratas estaban ejerciendo de forma lamentable su poder en el Senado, bloqueaban las principales iniciativas de la Casa Blanca y, sobre todo, impedían que el terrorismo fuera derrotado. En todos los actos afirmaba que Sadam Husein estaba aliado con Al Qaeda, que se preparaba para lanzar un ataque terrible contra Estados Unidos y que había que anticiparse acabando con él. Eso le procuraba aplausos entusiastas.

Las promesas presidenciales, Irak al margen, eran concretas. Bush fue muy explícito al detallar lo que ofrecía a cambio de una victoria en las urnas. Dijo que una victoria electoral le permitiría sacar al fin adelante el "superministerio" de seguridad nacional, encallado durante meses en el Senado por falta de acuerdo con los demócratas en algunos aspectos del proyecto (relativos sobre todo a las condiciones laborales de los funcionarios); hacer definitiva su rebaja de impuestos, que por ahora tiene una vigencia de 10 años; y desarrollar una política internacional agresiva para acabar con el terrorismo islámico. Los demócratas, por el contrario, no podían ofrecer nada a nivel nacional, salvo su intención de seguir frenando los aspectos más conservadores en las leyes propuestas por la Casa Blanca. Todas las posibilidades de los demócratas, sin líderes claros ni programa definido, pasaban por la fuerza individual de cada uno de sus candidatos y por la movilización de todos aquellos que se negaran a firmar un cheque en blanco a la Administración republicana.

El presidente del Comité Nacional Democrático, Terry McAuliffe, un hombre fiel a Bill Clinton, pareció reflejar una cierta inquietud sobre la tendencia de la votación cuando, a media jornada, emitió un comunicado en el que acusaba a los republicanos de intimidar a los electores: "Las tácticas que están utilizándose en todo el país para intimidar a los votantes y reducir la participación son absolutamente despreciables", decía el comunicado, que hacía referencia a supuestas agresiones contra electores hispanos en Tejas, intentos de engaño a negros en Maryland y abusos contra ancianos en New Hampshire. "Los demócratas no van a quedarse cruzados de brazos", amenazó McAuliffe. Los demócratas, al igual que los republicanos, tenían preparados unos 10.000 abogados para pleitear por cualquier incidente ocurrido durante la votación o el recuento.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 6 de noviembre de 2002