Somos un grupo de personas, la mayoría trabajadores, aunque hay algún estudiante, que practicamos diariamente natación en el polideportivo José María Cagigal. Asistimos a clase a las 8.15 y llevamos así entre tres y siete años, pero ahora se ha producido una situación que nos parece increíble.
De pronto la directora ha decidido suprimir el grupo de los martes y jueves con la excusa de que somos pocos (actualmente, cuatro personas), pero a la vez niega la inscripción en el mismo a seis o siete personas que llevan años en este grupo, pero a las que en el mes de octubre se les ha pasado el plazo de renovación, y además crea otro, de nivel más bajo, con una sola persona y todo ello atendido por un solo profesor y sin el apoyo de un socorrista. Magnífica situación: seis personas en la calle, un grupo de cuatro y otro de uno. ¡Quien la entienda que la compre!
Este dislate hace patente que la gestión de los polideportivos madrileños sea algo tan kafkiano que produce situaciones como que el alcalde de Madrid inaugure un polideportivo en la calle de La Masó que carece de mobiliario y los aparatos necesarios para su funcionamiento, o que varios equipos de waterpolo, disciplina en la que somos campeones del mundo, tengan que desaparecer por falta de instalaciones para entrenar.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 7 de noviembre de 2002