Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
COLUMNA

Alcàsser

Miedo da el inminente décimo aniversario del caso Alcàsser, pues no sabemos cuánta sangre y cuánta mierda quedan todavía por llover. Copio la rotunda forma de decir de Joan M. Oleaque en su libro Desde la tenebra, donde el periodista valenciano ha urdido bastante más que una crónica para lamentar que ni las fuerzas de seguridad ni la prensa hayan expresado todavía más que epidérmicas reflexiones y autocríticas sobre sus errores de actuación. Y algunos, ni eso. Como si se nos pudiera olvidar aquella función de circo mediático (prorrogada meses y meses ante el gran éxito de público) en la que actuaban representantes de delincuentes de medio pelo, manipuladores de padres enloquecidos, comisionistas y buscavidas, parientes y coleguis lejanos, dando testimonio en los platós hasta de cómo eruptaba la encarnación del mal. Vale, es el pasado. Pero en eso que llega Juli Esteve y dispara, para TV3, la pregunta del millón: ¿Volvería a pasar? Parte de la respuesta ya la tenía escrita Oleaque: 'Molt del periodisme d'avui, sobretot el de televisió, és fill bastard d'Alcasser, de la seua iridiscència negra i sorollosa'. Conviene saber que en aquel entonces hubo objeción de conciencia, y resistencias a tratar de forma sensacionalista la desaparición, el hallazgo de los cadáveres, la instrucción del sumario y el juicio por el triple crimen. Sólo que no se vieron, ni sirvieron para casi nada, huérfanos sus protagonistas del poder para preservar esta información sensible del ámbito del mercadeo. Una rara pero corajuda opción moral basada en los códigos deontológicos, esa batalla que según Pau y Claudia Rausell (Democracia, información y mercado) se ha ido perdiendo de forma paulatina. 'La prensa debe poner de moda el valor de obrar bien', sermonea beatíficamente no Chomsky sino Alicia de Miguel, la portavoz de un gobierno que castiga las posiciones éticas y enmudece las voces incómodas. Y que primero manipula y luego desguaza los medios públicos (RTVV) para vender los despojos ensangrentados (como la Neusa de Anglés ejecuta pollos) al más amigable postor. No supimos. No nos dejaron, construir paraguas sociales y profesionales para cuando llueve porquería. Sí, Juli: volvería a pasar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 10 de noviembre de 2002