Paseando por Barcelona un sábado por la noche podemos observar que los cajeros automáticos están ocupados por indigentes que se encierran para poder dormir. Otros muchos están cerrados para impedir que entren, con lo que se niega el servicio al usuario, y a mí, como a muchos, me da miedo sacar dinero en cajeros al aire libre: el delincuente esta al acecho. La multirreincidencia, la impunidad y el cachondeo de justicia que tenemos favorecen a los que entran ilegalmente, cometen delitos y están mañana otra vez trabajando en la limpieza de lo ajeno. Aunque es políticamente incorrecto, es inevitable convencerse de que la inmigración ilegal lleva de la mano la delincuencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 14 de noviembre de 2002