Pocas horas de comenzar la XII Cumbre Iberoamericana, el presidente cubano, Fidel Castro, sorprendió una vez más anunciado su ausencia. El nuevo formato de la cumbre, que trata de hacer más eficaz su desarrollo, reduce a dos los discursos oficiales: los pronunciados por los presidentes anfitrión y saliente. "Eso limita las posibilidades de lucimiento y de montar cirios de Castro", según se comentaba en círculos diplomáticos españoles. El cambio de formato fue decidido después del choque registrado en la cumbre de Panamá, hace dos años, entre el líder revolucionario y el presidente salvadoreño, Francisco Flores, que pudo ser seguido por la prensa por circuito cerrado de televisión. "Hemos tenido demasiada paciencia con usted, señor Castro", dijo Flores. La colisión fue sobre el asunto del terrorismo, después de que Cuba se negara a firmar una explícita condena de ETA. Los cubanos dijeron que había que condenar "todos los terrorismos".
La ausencia de Castro, que tampoco asistió a la cumbre de Lima, el pasado año, no fue explicada oficialmente, aunque las fuentes cubanas consultadas dijeron que "observa que las cumbres no producen nada y, me imagino, que Fidel, que tiene 76 años, no quiere verles la cara ni a Aznar, ni a Flores, ni a otros".
La hija del mandatario cubano, Alina Fernández, se sumó aquí a la campaña de la oposición cubana contra su padre. "Es imposible dialogar con alguien que no escucha ni comprende", declaró en conferencia de prensa. "Las ideologías y los regímenes totalitarios acaban con la familia y con el entendimiento".
Mientras tanto, se produjo un cierto deshielo en las relaciones de España con Cuba después de que la ministra de Exteriores, Ana Palacio, prometiera a su homólogo, el canciller Felipe Pérez Roque, apoyar la superación de las dificultades políticas, concretamente la cuestión de los derechos humanos, que impiden a Cuba recibir ayuda económica de la UE.
La XX Cumbre Iberoamericana comenzó ayer con la ausencia de los presidentes de Perú, Alejandro Toledo, y de Panamá, Mireya Moscoso. El primero prefirió seguir las elecciones municipales de su país, y Moscoso canceló su participación para atender personalmente una investigación sobre escuchas telefónicas atribuidas al Gobierno, según informaron fuentes oficiales. Supuestamente, la ministra de la presidencia ordenó que fueran espiados 117 periodistas, empresarios y políticos oficialistas y de la oposición.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 16 de noviembre de 2002