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Crónica:FÚTBOL | Undécima jornada de Liga

A Gaspart sólo le defiende su guiñol

El Villarreal frustra el octavo triunfo consecutivo del Mallorca y le priva de desbancar del liderato a la Real Sociedad - Torres da al Atlético los tres puntos ante el Betis - Concluyentes victorias del Valencia y del Athletic - El Recre se da un respiro a costa de un timorato Racing

Joan Gaspart está tan pendiente de lo que se espera de él que se olvida de lo que se espera del presidente del Barça. El efecto de este desatino es cada vez más perverso, pues el club parece dirigido por la caricatura de Gaspart, el hombre que alimenta su condición de hincha sin que nadie se lo pida. Se lo pide el cuerpo, quizá porque en su cabeza no hay un proyecto de club, sino una especie de huida permanente, de agravio constante, de ruido que no cesa. Es la huida de un hombre que pretende negar la realidad: el desplome de un club que emite pésimas señales desde hace algún tiempo, desde los estertores del nuñismo, del que Gaspart fue actor principal.

El Barça ha perdido su condición de gran referente en el fútbol mundial para convertirse, de un tiempo a esta parte, en un club sometido a agitaciones histéricas, que se plasman en todos los órdenes. En el orden administrativo está atacado por la elefantiasis que instauró Gaspart para contentar a todas las familias políticas del barcelonismo. En el capítulo deportivo, el Barça sólo puede contemplar las consecuencias del caos que ha supuesto la designación de tres entrenadores en las tres temporadas de Gaspart al frente de la institución y del abrumador dispendio en una riada de jugadores que, en ningún caso, están a la altura de lo que se espera en uno de los cinco clubes más potentes del planeta. ¿O es que fuera de Kluivert -fichado en los tiempos de Núñez- hay algún extranjero que tenga la pinta de un jugador del Barça? Porque en caso de duda, el Barcelona siempre sabía lo que había que hacer: fichar al mejor futbolista del mundo. A Cruyff, Schuster, Maradona o Ronaldo, por ejemplo. Con estos nombres, ¿quién se puede tomar en serio a Riquelme o Saviola? Por no hablar de Geovanni, Rochemback, Petit, Bogarde y una larga nómina de carísimos terceras filas.

A todos estos fracasos se añade el derrumbe de la imagen de marca institucional, derrumbe acelerado por asuntos tan nefastos como la negativa a jugar la semifinal de la Copa o los vergonzosos sucesos que ocurrieron el sábado en el Camp Nou, donde se escenificó lo peor de la era Gaspart: el sentimiento irremediable de agravio -un gran club puede sentirse muy dolido por casos como el de Figo, pero no hasta generarle un victimismo paralizante- y el descontrol de un club que termina echando las culpas al pregonero, en esta ocasión a un irreprochable Figo, en uno de los sucesos más lastimosos que recuerda el fútbol español. Pero Gaspart está en otra cosa. Está en armar ruido y protagonizar comedias bufas como la del sábado, en blandir las artes de su guiñol y en olvidarse de que preside una gloriosa institución.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de noviembre de 2002