"Lucio Gutiérrez va a ser un presidente democrático", declaró ayer el destituido presidente Abdalá Bucaram, actualmente exiliado en Panamá y posiblemente el apoyo más incómodo que ha recibido el vencedor de las elecciones. Bucaram recordó que Gutiérrez trabajó con él (fue su ayudante) y subrayó que Ecuador necesita "un Gobierno sin poderes judiciales prostituidos" y aseguró que no le pedirá nada al presidente electo.
Está por ver cuál será el precio del inestimable apoyo a Gutiérrez el grupo de 15 diputados del Partido Roldosista Ecuatoriano (PRE) de Bucaram, que constituirá la segunda fuerza del Congreso. No parece muy aventurado prever maniobras para forzar el regreso a Ecuador de Bucaram.
El mayor desafío del próximo mandatario será poner fin a la inestabilidad política que ha sido casi permanente, desde la recuperación de la democracia en 1979, que ha provocado la destitución o derrocamiento de los dos últimos presidentes que fueron elegidos en las urnas. Las primeras señales de estas elecciones no invitan precisamente al optimismo. Los partidos tradicionales sufrieron un serio revés en la primera vuelta del pasado 20 de octubre. Ninguno de sus candidatos pasó al segundo turno, aunque han logrado mejor representación en un Congreso muy fragmentado.
Conflicto permanente
El Parlamento ecuatoriano, que por mandato constitucional no puede ser disuelto, es una fuente de conflicto permanente con el Gobierno de turno.
Los diputados están en condiciones de cogobernar en materias que competen al presidente, y el pleno del Congreso puede destituir a ministros de manera anónima e irresponsable. El ex presidente y candidato de Izquierda Democrática (ID-socialdemócrata) en la primera vuelta, Rodrigo Borja declaró después de votar nulo que está dispuesto a firmar un gran acuerdo de gobernabilidad, "para alcanzar los grandes objetivos nacionales de honestidad y trabajo", y descartó una oposición frontal al nuevo presidente.
ID será la tercera fuerza política en el nuevo Congreso. Gutiérrez no tiene mayoría en el Congreso, por lo que tendrá que pactar a cualquier precio con otros grupos parlamentarios para garantizar la estabilidad del nuevo Gobierno.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 25 de noviembre de 2002