Les invito a participar en el juego de la sanidad pública, en el que gana quien consigue pedir cita con el médico de cabecera para esa misma semana, en el menor número de intentos posibles de llamada telefónica, y arrancando de la recepcionista un esbozo de amabilidad. Les aseguro que yo jamás lo he conseguido. Por el contrario, casi creo que fue un sueño el trato que me dispensó la señorita de consultas externas de la Casa de Salud, sin necesidad de tener que cruzar los dedos. ¿Acaso sólo se puede soñar en la sanidad privada?
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 29 de noviembre de 2002