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Crítica:

Gestapo y terror selectivo

El terror nazi no era ni ciego ni indiscriminado. Profusamente documentado y escrito en un lenguaje llano y accesible, este fresco de la vida cotidiana en la Alemania nazi demuestra cómo una mayoría de la población alemana convivía sin problemas con la Gestapo y las SS.

"Millones de alemanes son culpables de los crímenes nazis", sentencia el historiador norteamericano Eric A. Johnson. En El terror nazi. La Gestapo, los judíos y el pueblo alemán, Johnson sintetiza una década de trabajo sobre el asunto y el resultado es un libro muy norteamericano, en el mejor sentido de la expresión. Muy bien documentado y escrito con la sencillez de un reportaje. Johnson ofrece todo un fresco sobre la vida cotidiana en la Alemania nazi, donde la mayoría dejaba hacer a la Gestapo, e incluso colaboraba con ella, puesto que el terror nazi era selectivo: primero los militantes de izquierda, luego los vagabundos, los disminuidos físicos y psíquicos y los homosexuales, siempre los judíos. El terror nazi, señala Johnson, no era ciego e indiscriminado, y así se explica su éxito. El ciudadano alemán corriente no sentía el soplo en la nuca, podía incluso seguir haciendo chistes sobre Hitler en torno a unas jarras de cerveza.

EL TERROR NAZI

Eric A. Johnson Traducción de Marta Pino Moreno Paidós. Barcelona, 2002 530 páginas. 29, 51 euros

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Así que la Alemania nazi era un "estado policial, pero concedía a la mayor parte de los ciudadanos un margen considerable para la actividad regular y para dar rienda suelta a sus frustraciones diarias". ¿No es una fórmula que, en versiones más light, podría resultar seductora en nuestro tiempo para amplios sectores de la población occidental angustiados por el terrorismo islamista y la llegada a sus territorios de inmigrantes de rostro oscuro y costumbres extrañas? Para la democracia no es saludable caricaturizar el fascismo. Ni darlo por muerto y enterrado. El fascismo decía tener sus razones, sabía presentar un rostro humano, utilizaba sutiles mecanismos para conseguir la complicidad de la mayoría. Todo un peligro en este milenio que ha nacido con tantos pavores.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 30 de noviembre de 2002

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  • Eric A. Johnson