Ayer al atardecer, en el puerto de Aguiño, a la entrada de las Rías Bajas, había expectación entre la gente por conocer las capturas de dos pesqueros. Traían varias cajas con el líquido negro, viscoso y tóxico que el Prestige dejó escapar antes de hundirse.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 3 de diciembre de 2002