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Crítica:CANCIÓN - JOAN MANUEL SERRAT

La gloria en la Puerta del Sol

De nuevo el todo Madrid se congregó en un teatro junto a la madrileña Puerta del Sol, para escuchar y ver de cerca al trovador más querido que ha dado la canción española de los últimos cincuenta años. La atmósfera del teatro emanaba cariño y a tales efluvios hubo de corresponder el artista con la más sincera de sus sonrisas y el más escogido ramillete de sus canciones. Apareció en escena vestido de chaqueta oscura, polo azul y vaqueros. Le acompañaban cinco excelentes instrumentistas que le devolvían a aquel añejo sonido suyo de los setenta -medio acústico, medio eléctrico; coqueteando entre el pop, el jazz y registros más de la tierra- y entre los que cabe destacar el reencontrado maestro Ricardo Miralles y el guitarrista David Palau, lleno de sonidos y cómplice de travesuras musicales y sonrisas del cantante en escena.

Salió Serrat reverenciando a la Bendita música y el filamento que le une a su público se encendió como si se apretase un interruptor. Se encendió de admiración, mientras el artista deambuló con su voz de timbre tan especial entre las aventuras bajo tierra de La Bella y el Metro y la tierna compasión por los desposeídos de Benito. Sonaba la primera ovación, cuando se asomó al abismo de los que pierden en el amor y en todo con Sin Piedad, pero pronto volvió a su tema favorito: las mujeres, aprehendido su enjundioso concepto en forma de Muñeca rusa. Un guiño a la nostalgia con Los Fantasmas del Roxy y otro a la cordura en Cuando estuve loco dejaron paso a la poesía de otros musicada por él. Machado revivía en la irónica Llanto y coplas por la muerte de Don Guido y Benedetti en el vibrante Defensa de la alegría. Después sonaría la maravillosa Los Recuerdos, con mucho la pieza más conseguida de su último disco Versos en la boca. El tramo final habría de servir a la embelesada concurrencia momentos de belleza extrema, como la tradicional Canço del Lladre, la esperada Mediterráneo, la optimista Hoy puede ser un gran día y, para cerrar, Fiesta. En sendos bises, volvió Serrat a homenajear a Machado en Cantares y a su mejor elepé con Lucía y Aquellas pequeñas cosas. El aplauso del público puesto en pie agradeció a Serrat ser como es, cantar como canta y acercar a su público a la gloria sin moverlos de la Puerta del Sol.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 4 de diciembre de 2002