Jueves 28 de noviembre por la mañana temprano; pedanía de La Punta. Ocho furgones policiales rodeaban una alquería. Todo parece indicar que hay un peligroso comando terrorista dentro. No eran terroristas. Dentro sólo había una menor de edad. No tenía padre. Su madre se había ausentado para trabajar. Le mostraron a la pequeña una orden judicial de desalojo que no conocían ni ella ni su madre, y que la dictó el juez sin haberles dado trámite de audiencia. Sacaron por la fuerza a la pequeña y derribaron la alquería con todos los enseres dentro, en un acto de crueldad que ni la pequeña ni los que lo vimos podremos olvidar jamás.
Menos mal que el presidente y el vicepresidente del puerto prometieron "especial sensibilidad con los vecinos". Menos mal que el concejal de urbanismo prometió que a nadie se le obligaría a abandonar su casa sin antes cobrar hasta el último céntimo. Menos mal que esas tres personas son devotas de San Josemaría Escrivá. Lástima que una vez derribada la alquería desapareciese la urgencia (los escombros todavía están allí). Lástima que nos tengan que gobernar gente sin escrúpulos. Lástima que los negocios sean más importantes que las personas.-
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 6 de diciembre de 2002