Vic regresa al pasado este fin de semana con la instalación, en las calles del centro histórico, del mercado medieval. Un zoco árabe, un barrio sefardí, puestos de venta de artesanía y talleres de demostración de oficios antiguos como zapatero, ceramista, picapedrero, botero o tejedor. Un recorrido por más de 130 tenderetes donde pueden comprarse cucharas de madera, piezas de ropa o velas, hierbas, productos artesanales, perfumes, antigüedades o productos de alimentación.
Actuaciones de malabaristas, músicos o acróbatas, además de pasacalles, completan un mercado que destaca por una ambientación y decoración acorde con la estética medieval. Incluso los vendedores transforman sus ropas y se convierten durante tres días en la viva imagen de sus antepasados. Todo colocado sobre un manto de paja y hierbas aromáticas que, mezclado con el incienso y los olores de las puestos de venta de comida, invaden al visitante.
Las calles medievales de Vic parecen más estrechas de lo normal, y el gentío y los fuegos de los tenderetes donde se cocinan alimentos parecen ganar la batalla al frío que estos días azota la capital de Osona. A la luz de los focos, miles de manos rebuscan, tocan y manosean para llevarse a casa cualquier cosa en las vísperas navideñas.
Después, de tomar un reconfortante té o un buen vaso de vino acompañados de carne o maíz a la brasa, o algo más dulce como chocolate o coca horneada, los visitantes ponen el broche final a un paseo inédito que permite además disfrutar de la oferta cultural de la ciudad con una visita al recién estrenado Museo Episcopal.
Después de seis ediciones y con más de 100.000 visitantes el año pasado, el mercado medieval se ha convertido ya en un clásico de las ferias y los mercados de Vic, es uno de los más visitados, por detrás del Mercat del Ram y el de Música Viva, y complementa el tradicional mercado semanal que los martes y los sábados se celebra en la plaza Mayor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de diciembre de 2002