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CRISIS EN VENEZUELA

El Ejército se niega a intervenir

La cúpula militar rechaza ser "árbitro" en el conflicto tras el tiroteo contra la oposición a Chávez

Las Fuerzas Armadas venezolanas rechazaron intervenir o arbitrar en la crisis nacional, peligrosamente agravada por una huelga general de siete días contra la presidencia de Hugo Chávez y el asesinato de tres opositores, por pistoleros supuestamente vinculados al oficialismo. El general de división, Julio José García Montoya, jefe del Ejército, advirtió ayer, no obstante, que acudirán en defensa de la democracia, la Constitución y la convivencia cuando las vean gravemente amenazadas. "El sector que controla el poder mediático", en manos de la oposición el más influyente, fue acusado por el general de aplicar una "guerra psicológica" para capitalizar la voluntad de los cuarteles.

El ministro de Defensa, José Luis Prieto, flanqueado por los comandantes de todas las armas, compareció anoche por radio y televisión, para garantizar que preservarán el funcionamiento de la estatal Petróleos de Venezuela (PVDSA), parcialmente paralizada, y negar los anuncios sobre desobediencias o detenciones de dos generales, efectuados por jefes militares dados de baja en abril como insurrectos. "Muy a pesar mío, tengo que denunciar a los que, tratando de desinformar, tratando de crear confusión, con fines inconfesables, con propósitos perversos", manifestó el ministro, en clara referencia al grupo de generales disidentes de la Plaza de Francia, "informaron hoy [por ayer] que el general de división, Federico Valecillo, comandante de la fuerza áerea, habría renunciado a su cargo, y que el general, García Montoya, a mi derecha, comandante del ejército estaría preso". A continuación dijo el titular de Defensa: "no sé hasta que punto una persona puede cometer o tratar de crear confusión que pudiera llevarnos a la pérdida de credibilidad de nuestro pueblo, o a la confrontación entre nosotros, los hermanos soldados. No lo van a lograr. Estamos más unidos que nunca".

Caracas, enlutada

El deterioro de la convivencia social, una de las preocupaciones destacadas por el general de división García Montoya, adquirieron cotas preocupantes en la nación petrolera, dividida en dos, o en tres, desde hace más de un año y enlutada por la sangre vertida la noche del viernes en la Plaza de Francia, del barrio residencial de Altamira, por los tres muertos y los 30 heridos, dos agonizantes. Dos masivas concentraciones, una del Gobierno y otra de la oposición, con decenas de miles de personas en sus filas, marcharon ayer por avenidas distantes de Caracas. "¡Viva el Ejército!", gritó Chavez en una arenga a los suyos. ¡Asesino", clamaban los opositores, en el duelo de Plaza de Francia.

Ardua y poco fecunda hasta ahora la mediación del secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), César Gaviria, la opositora Coordinadora Democrática apuesta por la presión política y social para expulsar al jefe de Estado, pero sus flancos más radicales reclaman la intervención de los militares. "Nuestra alta misión nos impide tomar partido de uno de los bandos que debaten y también erigirnos como árbitros", declaró el general García Montoya, jefe del Ejército desde el pasado mes de abril, en que Chávez fue derrocado durante 47 horas, después de una manifestación de cientos de miles de opositores reprimida a tiros. El generalato que participó en aquel golpe fue sustituido por el gobernante cuando regresó al poder en andas de una violenta e incondicional pueblada y un cambio en la correlación de fuerzas castrenses. El Ejercito "está consciente", agregó ayer Montoya, "de las acciones sistemáticas y prolongadas que los distintos factores externos a la naturaleza, misión y valores de nuestro componente aplican a través de algunos medios de comunicación del país". Su objetivo, afirma, es "conformar una guerra psicológica aquí, mediante la amenaza solapada, el chantaje y la manipulación busca capitalizar la voluntad militar a favor de los intereses mezquinos del sector que maneja el poder mediático".

El pronunciamiento del jefe del Ejército siguió a una acumulativa exaltación de las pasiones. La noche del viernes, un venezolano juraba venganza ante el cuerpo ensangrentado de su sobrina y, admitiéndose pecador, clamaba: "Dios, perdóname, porque hoy no voy a rezar. Hoy voy a matar". Minutos antes, varios pistoleros acribillaron una concentración opositora en la Plaza de Francia. Un vídeo grabado por un aficionado y difundido por Globovisión identificó al atacante confeso, João de Gouveia, 39 años, entre el grupo de personas que un día antes acompañaba al alcalde del municipio Libertador, Fredy Bernal, un oficialista de violento perfil. "No conozco a ese señor", dijo el regidor.

Había anochecido en la capital, cuando el taxista Gouveia irrumpió en una zona liberada de la oposición, disparando a mansalva, según numerosos testimonios. El pánico desató un pandemonio incontrolable y cientos de personas se tiraron al suelo. Sobre un banco de cemento, el asesino agotaba el primer cargador de una pistola automática y cargaba otro. "Disparó, disparó, y disparó y yo, en el suelo, gritaba ¡auxilio! ¡auxilio!", recordó una joven. Cráneos, estómagos, tibias, brazos y piernas fueron alcanzados por los balazos. Una señora sollozaba reconstruyendo el trance: "Disparaba como loco para todos los lados".

Huelga prorrogada

A esa hora, los organizadores de la huelga habían anunciado que se prorrogaba. Superado el aturdimiento causado por las detonaciones y los gritos, varios veinteañeros, veloces como gamos, salieron en persecución del único atacante reconocido como tal. "Estabamos enardecidos. Le dimos duro. Debe estar casi muerto", dijo uno de los perseguidores. Fue atrapado y molido a palos cuando escapaba de la plaza, principal tribuna de la oposición desde que, hace un mes, fuese tomada por un grupo de generales alzados contra la presidencia de Chávez durante el golpe del pasado 11 de abril.

"¿Usted disparó?", se le preguntó al pistolero, un hombre blanco y pecoso, de pelo ensortijado, que chorreaba sangre del pómulo y una ceja, mientras era conducido, esposado y con el torso desnudo, hacia un vehículo policial. "Sí. Me han secuestrado, violado y prostituido. Ese es el motivo", respondió, sin aclarar mucho, el detenido, un portugués domiciliado en Venezuela hace dos decenios, que usó una pistola Glock, calibre 40, El equipo de televisión de la opositora cadena Globovisión era su objetivo.

Las batidas fueron inmediatas y la policía del Chacao, donde se ubica la plaza y la clase media venezolana, ayer en funeraria peregrinación con altar y ofrendas, detuvo a otras siete personas. "¡Chávez, si eres tan arrecho [valiente] ven y mátame a mí!, desafiaba, fuera de sí, el general Nestor González, dado de baja como insurrecto.

Perversa guerra mediática

Al igual que los principales dirigentes de la oposición, el constitucionalista Herman Ezcarra, ex asesor de Hugo Chávez, habitualmente flemático, se despachó iracundo contra el jefe de Estado: "Este pueblo lo ha sentenciado como el primer criminal de la República", afirmó. Su virulento discurso, afirmó el portavoz de la Coordinadora Democrática, Alejandro Armas, orientó las balas de la Plaza de Francia.

"¡Hay que sacarlo de Miraflores!", instaban las multitudes. El inquilino del palacio de Gobierno desde el año 1999, tocado con la boina roja de paracaidistas, no parece dispuesto a facilitar el desalojo. "Convocaré elecciones cuando corresponda", proclamó después de haber pedido a su electorado que tenga siempre listo el carné de identidad para poder votar. "La culpa de lo que ocurrió en la plaza de Altamira no sólo es de los militares golpistas, es culpa también de la sociedad que los apoya, víctima de una perversa guerra mediática". "Las televisiones, sin prueba alguna, irresponsablemente, comenzaron a decir: '¡Chávez, asesino!' Con los muertos todavía calientes ya tenían al asesino: Hugo Chávez".

El Gobierno, cuya credibilidad entre la oposición es nula, prometió impulsar las investigaciones. "¡Pero ahora hay que dar la gran batalla petrolera!", animó el titular de la industria petrolera, quien admitió que se encuentra en fase "critica". "Si los saboteadores lograr sus propósitos, no tendríamos ni un bolívar [moneda nacional] para sacar al pueblo de la pobreza histórica en que ellos lo hundieron".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 8 de diciembre de 2002

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