Los toxicómanos de entre 40 y 45 años que llevan más de una década enganchados a la heroína y no han muerto de sida o de una sobredosis sucumben a enfermedades propias de la vejez como la demencia o los enfisemas pulmonares. Según el departamento de salud del Ayuntamiento de Amsterdam, que ha elaborado un estudio sobre los cerca de 4.000 heroinómanos de la ciudad -la mayoría de los cuales supera la cuarentena- la droga ha mermado de tal manera su salud que son ya irrecuperables y habría que proporcionarles una vivienda donde recibieran ayuda especializada.
El trabajo distingue entre las 2.000 muertes registradas durante los últimos 20 años entre heroinómanos que apenas superaban la treintena y los problemas de los más mayores, todavía vivos. Mientras entre los primeros las causas más comunes de fallecimiento eran los suicidios, el sida, las sobredosis o una reyerta, los que se acercan a la cincuentena padecen diabetes, cáncer, enfermedades pulmonares que abocan a la invalidez y toda clase de psicopatologías que les llevan a vagar por las calles. El hecho de que hayan sumado el tabaquismo a la drogadicción durante tanto tiempo ha contribuido también a que se "maten fumando". "Incluso los que logran controlar algo su toxicomanía no pueden dejar los cigarrillos", en palabras de Giel van Brussel, autor del informe. En el Bijlmer, un barrio periférico de Amsterdam poblado en su mayoría por inmigrantes del Surinam, antigua colonia holandesa, los toxicómanos tienen 45 años de promedio y ya no es posible apartarlos de la heroína. En este caso lo mejor sería administrarla gratis y bajo supervisión.
A esta penosa imagen del vagabundo drogadicto el propio Van Brussel añade un dato positivo. Las campañas de prevención de la droga han empezado a surtir efecto entre los más jóvenes, que hoy consideran la heroína "sólo para perdedores"; una sustancia decadente y con mala fama.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 9 de diciembre de 2002