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El rompecabezas de los trillizos

Los trillizos rusos Vladén, Román y Ruslán se dieron cuenta a temprana edad de que podían intercambiarse sus identidades sin que nadie se diera cuenta, lo que utilizaron para regocijo propio y de los amigos en sus tiempos escolares. Dos de los trillizos, Román y Ruslán, continuaron utilizando su extraordinaria semejanza ya de adultos. Ambos jóvenes no siguieron por el buen camino en la vida, y fue así que Ruslán cayó en la cárcel, fue juzgado y sentenciado a prisión. Román, que lo fue a ver a la prisión, decidió dar una alegría a su hermano e intercambió la ropa con él para que éste saliera por unos días y descansara un poco de la dura vida carcelaria. Lo que no se imaginó Román es que Ruslán quedaría tan encantando de recobrar la libertad, que ya no quiso regresar y dejó entre rejas a su generoso hermano. Por si esto fuera poco, le quitó también la novia. Pero Ruslán ya era un delicuente incorregible y, al año de haber recobrado de mala manera su libertad, se vio nuevamente en prisión, esta vez bajo el nombre de su hermano Román. Mientras tanto, el verdadero Román cumplió la pena a que estaba condenado su hermano, salió en libertad y se instaló en Moscú hasta que él también volvió a caer en la cárcel. Después de cumplir la sentencia, Román regresó a su Chuvashia natal, una de las repúblicas de la Federación Rusa ubicada en la zona del Volga. Y fue allí donde un juez instructor descubrió que las huellas dactilares de éste no correspondían a las de Ruslán, bajo cuya identidad seguía viviendo. Después de una minuciosa investigación, el juez instructor resolvió el rompecabezas de los mellizos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 10 de diciembre de 2002