Quedaron atrás aquellos equívocos mensajes como el de Bakea behar dugu-Necesitamos la paz, de los que no se sabían si era ETA la responsable de la violencia o lo era el Estado, o lo era cualquiera, hasta nosotros mismos. Ese mensaje estuvo en la totalidad de los ayuntamientos regentados por el PNV y EA. Todo eso ha quedado afortunadamente atrás con el eslogan de ETA kanpora; queda atrás la criminógena equidistancia entre eta y el Estado que tan cara le es al nacionalismo vasco. Y, aunque lo de kanpora es la misma palabra que los euskaldunes usan en San Mamés para rechazar al árbitro, no cabe duda de que, al menos en esta ocasión, se manifiesta un rechazo claro. Hubiera sido mejor desagertu, desaparece del mapa. Por lo visto, se admite por el PNV, por fin, la pancarta de los constitucionalistas de ETA No.
La democracia no es sólo negar la violencia de unos facciosos, es aceptar el marco de convivencia
Se ha perdido un tiempo precioso, pero el PNV admite por fin la pancarta de los constitucionalistas de 'ETA NO'
Se ha perdido un tiempo precioso hasta llegar aquí. Hemos tenido demasiados muertos, hemos tenido que padecer mucho miedo desde que, a raíz del asesinato de Miguel Ángel Blanco, el PNV girase y buscara con todo desatino la integración política de ETA en el proceso político por él mismo hegemonizado, lo que desembocó en el frustrado proceso antidemocrático de Lizarra. Ahora nuestro lehendakari descubre ese imposible y se enfrenta a ETA intentando liderar ese rechazo. No está mal, a pesar del mucho tiempo desaprovechado y por muchos funerales a los que hayamos tenido que acudir. Pero, aunque se vaya a la manifestación, nadie nos privará de la desconfianza que nos ha producido el proceder de Ibarretxe en estos últimos años. Tampoco de la sospecha de que intente confundir el rechazo a ETA con su disparatado plan de libre asociación con España, por muy bueno que sea que todos a coro rechacemos a ETA. Y aunque se nos convoque, también paradójicamente, cuando menos asesinatos y atrocidades comete ETA. A nadie se le debe olvidar que la propuesta del ilusionante plan de Ibarretxe supone, a la postre, dejar a la mitad de los ciudadanos vascos sin patria.
Ya sabemos, que este rechazo tan jatorra -ETA kanpora- no supone estar con la legalidad vigente y el orden constituido, que se trata de pura dialéctica política en el seno de las contradicciones del nacionalismo. Pero en esto, que es muy poco, estamos de acuerdo. Inmediatamente, uno se pregunta por qué Ibarretxe se ha caído del caballo, y piensa en las razones de este enfrentarse a eta por encima del último comunicado de ésta en el que rechaza su plan. ¿Liderar en exclusiva el proyecto nacionalista?, ¿creer a estas alturas que ETA es un obstáculo para su plan?, ¿la continua criminalización de todo el nacionalismo por parte de ETA? Posiblemente sea porque cree que su plan carece de receptividad si la opinión pública cree que está apuntalado en ETA. ¿Y si eta desaparece de verdad?
No sé si el nacionalismo cívico, el nacionalismo que no gusta de la violencia, es consciente de que la mayoría de sus últimas propuestas -el soberanismo plasmado en Lizarra o la libre asociación posterior- son creíbles para una amplia parte de la sociedad por la misma existencia de ETA. La organización terrorista permite, a través del miedo que perturba a toda la sociedad, que no sean rechazados con una carcajada planteamientos tan rupturistas y, esencialmente, tan poco democráticos, como los propuestos por el nacionalismo en estos últimos años. Sigo insistiendo: sólo el rito sagrado de la muerte que ETA ejecuta hace creíble lo increíble. Y, sin embargo, hay que reconocer que tanto al PNV como a ELA no les gusta la persistencia del terrorismo, pero a ver cómo defienden en un futuro sus fabulaciones sin la existencia de eta. Pudiera ser -basta remitirse a estos ignominiosos años recientemente pasados- que cuando sospechen que las cosas no les van bien vuelvan a ensayar con eta cualquier otro encuentro nacionalista, demostrando siempre una enorme habilidad de jugar con la carta de ETA sin necesidad de sacarla. Coincido con Emilio Guevara en que hasta que el PNV no pierda el poder no volverá a contemplar racionalmente la realidad.
Al final de la manifestación habrá un discurso muy limitado a lo poco en lo que se coincide, con las acostumbradas concesiones al léxico y contenido nacionalista, porque el discurso existente es el que desde el Gobierno vasco se está metiendo en todos los buzones y apareciendo en todos los medios de comunicación. No puede haber un discurso de todos y para todos los demócratas, porque es muy difícil hacerlo cuando no se coincide en los marcos fundamentales -Estatuto y Constitución- y cuando el plan de Ibarretxe planea sobre la cabeza de los constitucionalistas para dejarles como ciudadanos en el extranjero, un proyecto nada democrático. Porque la democracia no es sólo negar la violencia de unos facciosos, es aceptar el marco de convivencia, y el nacionalismo se encarga aquí de dejar el Estatuto y la Constitución hechos unos zorros. Puede haber manifestación unitaria, pero la unidad de los demócratas será una asignatura pendiente hasta que el nacionalismo cívico no asuma el marco democrático de convivencia. Y mientras no se asuma eso, ETA pervivirá.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de diciembre de 2002