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VISTO / OÍDO

El padre de Pulgarcito

No creo que al padre tradicional se le deba dar la imagen del de Pulgarcito: "No podemos alimentar a nuestros hijos; no quiero verles morir de hambre; he decidido que se pierdan en el bosque; mientras juegan y se distraen, nosotros huiremos". La solicitud de que los padres sean los que eduquen parece rememorar la de "estas pobres gentes", que decía Perrault. Los padres no tienen ni deben hacerlos a su imagen y semejanza. Los padres no han tenido educación válida en las escuelas franquistas y sus hijos no pueden tenerla en las aznaristas de lo privado y el nacionalcatolicismo y el Opus. Pero se les critica por querer "pasarle a otro la tarea", dice el tradicionalista Gonzalo Robles, delegado del Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas, acusándoles de dejación sobre los "educadores", a su vez víctimas de los jóvenes. Pero ¿quién educa? La calle, la televisión: unos a otros. Madres y padres tienen que trabajar todo el día fuera de la casa. Ellos no tienen idea clara de la vida: ni sus escuelas se la dieron, ni la televisión, ni la radio, ni los periódicos: está admitido por la filosofía dirigente y por la sociología rampante que el humano no sabe a qué atenerse. La idea de preparar a los hijos para el orden superior para que nada cambie y hacerlo por medio de la disciplina hay que abandonarla: habría que educarlos para que ayuden a cambiar y para que piensen por su cuenta. No tener dogmas ni puntos cardinales supone una libertad: a condición de no hundirse. Pero la sociedad dominante no quiere esa libertad (ninguna), y los chicos no aceptan que se les enseñen los ortópteros, himenópteros, ápteros, dípteros; ni Sigerico, Teodoredo, Wamba o Recaredo. No les importa nada salvo a los que tienen vocación y gusto. Pero si veo de pronto que diez mil muchachos acuden a coger el asfalto con las manos en Galicia, no puedo pensar en quienes les acusan de borrachos de viernes por la noche, o de "fracaso escolar". Quizá muchos de ellos puedan enseñar a sus padres y a quienes les gobiernan lo que es solidaridad, sensibilidad social. No estoy seguro de que Pulgarcito y sus hermanos hubieran abandonado a sus padres en el bosque; para llegar a eso tienen que crecer mucho y escuchar a los consumistas que los educan.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 13 de diciembre de 2002