Dos semanas después de aceptar el nombramiento, el diplomático Henry Kissinger ha dimitido como presidente de la comisión que debe investigar los errores cometidos por el Gobierno de EE UU antes y después de los ataques del 11-S de 2001. Kissinger se había negado a desprenderse de sus negocios y rechazaba que fueran incompatibles con ese cargo. Obligado a escoger, anoche, optó por quedarse en el sector privado.
George W. Bush firmó recientemente la legislación que pone en marcha una comisión de investigación independiente encargada de buscar fallos en los servicios secretos que no lograron evitar los atentados. Aunque la Casa Blanca siempre se había opuesto a esa investigación, Bush cambió de parecer cuando algunas informaciones desvelaron que el FBI no mostraba mucho empeño en investigar a fondo los vínculos de la financiación terrorista en Arabia Saudí.
En principio, los 10 miembros de la comisión, republicanos y demócratas a partes iguales, tienen 18 meses para presentar sus primeras conclusiones, de manera que el informe estaría listo seis meses antes de las elecciones presidenciales en las que Bush se juega la reelección. No está claro todavía si podrán llamar a testificar al propio Bush, igual que Ronald Reagan compareció en su día ante la comisión del Irán-Contra.
Gran polémica
El nombramiento de Kissinger había sido elogiado y denostado a partes iguales. Amigos y compañeros ideológicos ensalzaban su capacidad de trabajo y su conocimiento de los engranajes del Gobierno; sus críticos, que son igual de abundantes, recordaban las maniobras de oscurantismo en su ejercicio del poder junto a varios presidentes y consideraban al diplomático un experto en ocultar, no en descubrir.
Al final, la caída de Kissinger no tiene que ver con su pasado sino con su presente: ha dimitido para no tener que desvelar quienes son sus clientes y los datos de su consultoría privada. Aunque la ley no establecía incompatibilidades claras entre el cargo que ina a ocupar y su negocio privado, los demócratas le habían forzado a demostrarlo y el Congreso había apoyado en dos ocasiones ese requisito. Kissinger sólo estaba dispuesto a proporcionar una información limitada sobre sus actividades privadas.
Esta madrugada, Bush aceptó resignado la dimisión: "Su presidencia en la comisión habría proporcionado un análisis y una perspectiva que el Gobierno necesita para entender los métodos de nuestros enemigos y la naturaleza de la amenaza a la que nos enfrentamos", dijo en un comunicado.
En otra nota pública, Kissinger expresó su deseo de que la dimisión "permita que el trabajo de la comisión avance sin más demora". El primer vicepresidente escogido para la comisión, George Mitchell, también dimitió el miércoles por presiones similares a las que ha sufrido Kissinger. Nadie se atrevía a sugerir anoche nombres de candidatos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 14 de diciembre de 2002