Quizá no tengan nombre o no lo recuerdan o no lo quieren recordar. En la mayoría de los casos, carecen de documentación. Nadie los escucha, son simples zombies: son los sin techo. Duermen bajo cualquier puente; los ves al lado de un montón de basura y piensas que forman parte de ella. Quizá un día tuvierion casa, dinero y familia, pero la vida está llena de injusticias.
No todos son malolientes y gorrilas; muchos son nobles y saben compartir lo poco que tienen, comparten hasta la soledad, la soledad de sentirse despreciado, que es el peor castigo. Por eso cuando pare ante un semáforo no maldigas que se haya puesto en rojo, porque en ese momento te enfrentas con la realidad viva e injusta de esta soceidad que nos ha tocado vivir.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de diciembre de 2002