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Cientos de miles de venezolanos protestan contra su presidente

Chávez rechaza la petición de EE UU de adelantar los comicios

La oposición venezolana tomó ayer Caracas, en una impresionante y masiva manifestación, proclamando que el presidente, Hugo Chávez, emula a la orquesta del Titanic, que seguía tocando mientras el famoso buque se hundía en aguas del Atlántico, el 15 de abril de 1912, con 2.227 pasajeros a bordo. "¡Vete ya!", "¡Ni un paso atrás!", gritaron las cientos de miles de personas cívicamente sublevadas.

La marcha evitó el palacio de Miraflores, sede del jefe del Estado, bajo vigilancia de una concentración chavista y con ambulancias en sus accesos. La movilización callejera más multitudinaria desde el comienzo de la huelga general en la nación petrolera, hace 13 días, confluyó en el barrio residencial de Altamira, epicentro de las concentraciones y tribunas opositoras. "El presidente está divorciado de la realidad", sostuvo Alejandro Armas, uno de sus portavoces. "Devuélvanos pacíficamente el poder que en mala hora le dimos. No queremos una confrontación primitiva".

Las seis columnas del arranque se constituyeron en una riada que insufló nuevos bríos a la delegación opositora que, con la mediación de la Organización de Estados Americanos (OEA), negocia con el Gobierno una salida electoral a la crisis. Chávez, reiterando anteriores negativas, rechazó la petición de Washington de adelantar las generales del año 2006. "No lo establece la Constitución", dijo.

Hugo Chávez insistió en que sólo una derrota en el referéndum revocatorio, establecido por la Carta Magna para agosto del próximo año, coincidiendo con la mitad de su mandato, podrá sacarlo de la presidencia. "¿Para qué (adelantar las elecciones)? ¿Para satisfacer las pretensiones de los golpistas?".

La Constitución deberá ser enmendada para permitir un adelanto de las presidenciales, que la oposición exige convocar para el primer trimestre del año próximo.

"Calculo mucho más de un millón y medio de personas. Todo el mundo vino porque le dio la gana. A nadie pagaron como hace el Gobierno. ¡Oiga al pueblo Chávez!", dijo el sindicalista Andrés Velázquez. Cientos de banderas nacionales fueron cosidas unas a otras para fabricar bandas con consignas que convocaban a una insurrección social. Los incendiarios discursos de sus líderes, llamando ladrón y asesino al gobernante, y el contenido de algunas de las pancartas alzadas en las avenidas caraqueñas reflejan el peligroso enconamiento social existente.

El comienzo y el final de las seis columnas no podían ser abarcados desde un observatorio elevado, ni tampoco a vista de águila en algunos tramos. La envergadura de la muchedumbre, situada fundamentalmente en la clase media, recordó a la multitud que, el pasado 11 de abril, marchó sobre Miraflores. Los 19 muertos de aquel día, en circunstancias todavía no determinadas, desataron un golpe que derrocó a Chávez durante 47 horas. La disolución de los poderes públicos, decretados el 13 de abril por la presidencia de facto del empresario Pedro Carmona, activó un cambio en la correlación de fuerzas civiles y castrenses que devolvió al jefe de Estado al poder. "¡Hay que sacar a este pichón de gorila! Hay que acabar con esta pesadilla", instaba ayer Alfredo Ramos, dirigente de la CTV, entre vítores y conclusiones: "¡Se va, se va, se va!".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de diciembre de 2002