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Editorial:

Con un mes de retraso

Aznar sobrevoló ayer el escenario de la catástrofe gallega con un mes de retraso, el tiempo que ha necesitado para comprender que había quedado prisionero de un compromiso absurdo: el de viajar a Galicia sólo cuando tuviera "soluciones bajo el brazo". Dicho de otro modo: cada día que pasaba sin acercarse a Finisterre era la prueba de que no tenía soluciones a los problemas urgentes que agobiaban a los gallegos.

Prisionero de ese desafío, ayer adelantó que la reactivación económica de Galicia contará con fondos comunitarios por un importe de 265 millones de euros, arrancados en Copenhague gracias a su "insistencia". La comparecencia parlamentaria de mañana para explicar los resultados de la cumbre dará ocasión de valorar esas ayudas, y en particular si suponen, como pareció que sostenía Aznar, recursos adicionales o sólo la canalización hacia Galicia de fondos ya comprometidos.

Ese debate no suple, sin embargo, al monográfico sobre la crisis, que sigue pendiente, y más a la vista de los datos conocidos estos días. Aznar insistió ayer en que se hizo lo único que cabía hacer, de acuerdo con los técnicos. Pero ocurre que la decisión crucial de alejar el barco se tomó el día 14 tras consultar a personas cuya opinión puede considerarse sesgada, en función del cargo que ocupan: capitán marítimo de A Coruña y práctico mayor de su puerto. Hoy se sabe que no es cierto que el calado del Prestige hiciera imposible su entrada en ese puerto, como aparece en las declaraciones que hizo ante el juez uno de ellos. Y en todo caso, visto que la decisión resultó equivocada, como admiten hoy casi todos los expertos, es lógico que los responsables políticos rindan cuentas de ella en el Parlamento.

La oferta de Mohamed VI de permitir el acceso de los pescadores gallegos a los caladeros marroquíes por un plazo de tres meses, prorrogable, es una iniciativa inteligente del monarca: ha preferido un gesto a muchas palabras para intentar recomponer unas relaciones en crisis. Ambas partes están interesadas en aprovechar la ocasión de reforzar con lazos afectivos los intereses que comparten.

Otro gesto que vale más que muchos discursos es la reunión de los presidentes (o sus delegados) de todas las comunidades a fin de hacer visible la solidaridad de la España de las autonomías con Galicia. Ya se ha visto que las mareas no se detienen ante fronteras étnicas o políticas. El compromiso de cada comunidad de contribuir directamente a la limpieza de una zona de la costa gallega, haciéndose cargo de los gastos correspondientes, tiene el valor de lo concreto. Otras iniciativas de orden financiero barajadas en la reunión confirman esa voluntad solidaria, pero corresponde decidirlas al Gobierno. No parece lógico un planteamiento en términos de colecta, y tampoco de puja por ver quién es más generoso con fondos que al final provienen esencialmente de los Presupuestos Generales del Estado.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 15 de diciembre de 2002