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14ª jornada de Liga | FÚTBOL

"¡Dimisión! ¡Dimisión!"

Minuto 75. En el césped del Camp Nou, Barça y Sevilla. Estalla un clamor. El conjunto andaluz acaba de marcar el 2-0 y la afición azulgrana decide no aguantar más. La grada se tiñe de pañuelos blancos, de gritos de "¡fuera, fuera!" y, finalmente, de un clamor unánime: "¡dimisión, dimisión!". La petición tiene un destinatario claro: Joan Gaspart. El presidente del Barça, desde el palco, mira con aparente impasividad. Pero, en el fondo, sabe que la paciencia afición se ha agotado. Sus temores se confirman a dos minutos para el final cuando la escena se repite con un agravante: el Camp Nou celebra el tercer tanto del Sevilla, marcado por Toedtli. Pero se acaba el encuentro y Gaspart aguanta estoicamente el chaparrón. No abandona el palco ni siquiera cuando los equipos se han retirado del campo. De pie, con las manos en la espalda, cabizbajo, contempla los pañuelos blancos y escucha los cada vez más sonoros gritos de dimisión. Y así se mantiene, como un mártir, inmolándose durante varios minutos. Desatendiendo los consejos de algunos de sus directivos, su primo, el vicepresidente Joan Closa y también el presidente de la federación catalana Jaume Roura, que le invitan a retirarse. Y así permanece hasta que, uno por uno, obliga a sus compañeros de junta a que le precedan en su retirada. Entonces subió las escaleras despacio, ceremonioso. El momento era sobrecogedor. Pero Gaspart hacía oído sordos. El momento era impresionante. Pero él quería ser el último en abandonar el palco de un Camp Nou, enojado y ya semivacío.

Y es que ya no se llena el Camp Nou. Lejos quedan ya aquellos inicios de temporada, en los que la afición del Barça acudía en masa al estadio para dar respaldo a su equipo. A estas alturas de curso, cuando ni siquiera se ha proclamado aún el campeón de invierno, los seguidores azulgrana ya están hastiados. De poco sirve que el equipo dirigido por Louis van Gaal haya encadenado su mejor racha en Europa: diez partidos ganados de otros tantos jugados. En la Liga, camina como una tortuga, con pasos temerosos, que cada jornada le alejan más de la cabeza de la tabla -la Real está ya a 16 puntos-, y lo sitúan ya en el peor lugar de la tabla en su historia a estas alturas, sólo a dos puntos de los puestos de descenso. Sucede, además, que los pocos aficionados que se acercan aún al Camp Nou -ayer apenas se registró media entrada- ya han agotado su paciencia con Van Gaal. Como ante el Newcastle, el técnico fue abucheado cada vez que asomó del banquillo, de modo que, al final, optó porque el delegado, Carlos Naval, transmitiese las órdenes a los jugadores. Y la hinchada también se ha cansado con el equipo y con Gaspart, ya abiertamente. Ni siquiera las deliberadas maniobras del presidente -ayer, como el pasado miércoles, volvió a esperar a que sonase el himno azulgrana para ir al palco- le libran ya del contundente juicio de la afición.

A la salida del estadio los promotores de la moción de censura continuaban adhesiones y empezaban a verse desbordados. Tantas fueron las firmas recogidas, que según las primeras estimaciones de los organizadores, se calcula que podrían haber llegado a las 4.500 necesarias, el 5% del censo de socios, para forzar la moción de censura.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de diciembre de 2002