En el minuto 47, Samuel Eto'o miró por vez primera la portería. Hasta entonces había vivido de espaldas a ella, muy mal asistido por sus compañeros, hasta el punto de que el camerunés se enfadó ostensiblemente en dos ocasiones con el joven Riera. Eto'o le recriminó su individualismo.
Lo cierto es que hasta ese minuto, Eto'o era un fantasma en Anoeta, la sombra de sí mismo. Pero el minuto 47, ante la Real Sociedad, pasará a la historia de su vida. Fue entonces cuando consiguió el primer gol de cabeza de su historia profesional. Fue un centro precioso desde la derecha, Jauregui reculó previendo el fuera de juego y Eto'o peinó el balón con maestría. Casi no se lo creía. Corrió al banquillo y lo festejó con los suplentes.
La alegría duró tres minutos, los que necesitó De Pedro para sacar lustre a su pie izquierdo y colar el balón entre un enjambre de piernas. El donostiarra tampoco cabía de gozo. Su gol rescataba a su equipo de lo que parecía una mala tarde. Lo peor llegó media hora después. En una jugada fortuita, quedó tendido en el suelo, agarrándose la rodilla. Todo quedó en un susto, en un bloqueo en la rodilla sin apariencia de gravedad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 16 de diciembre de 2002