Platón definió al político como al poseedor de la ciencia de gobernar y del poder soberano, mediante la "autoridad", libremente aceptada, que le confiere dicha ciencia. ¡Lástima, que, hoy en día, los filósofos no se dediquen a la política, ni los políticos a la filosofía!
Definió también al sofista (vocablo despectivo desde Sócrates), hombre de "razón aparente" o argumento falaz con el que trata de persuadir a otro o defender lo que es falso. ¡Lástima, que, hoy, tanto, sofista se dedique a la política!
"Es posible que hayamos llegado tarde... Es posible que hayamos tomado alguna decisión equivocada" (Aznar). Posible es lo que "puede" ser. Diga mejor, que no hubo "posibilidad" (aptitud o facultad de hacer algo, capacidad para el desempeño de un cargo), ante el Prestige.
Todo empezó en algún eslabón de una cadena de la que usted es primero. Había "eslabones" ausentes y la información de lo que estaba pasando no llegó (¿o sí?) a quien tenía el deber y obligación de tomar decisiones. Y vino el desastre, que se nos presenta como "un mal menor" (¿un acierto?), mediante conjeturas de quien, declarándose "no profeta" (¡no necesita don divino!) "profetiza" que cualquier otro "movimiento" del barco no podría haberse concebido, por sus consecuencias. Imagínense lo que pasó, que no se sabía que iba a pasar, pero si llega a pasar lo que no pasó, se sabe que habría pasado lo que no pasó, ¡gracias a Dios!
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de diciembre de 2002