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COLUMNA

Vuelta al mundo

El Photomuseum de Zarautz recoge hasta principio de año nuevo una simpática exposición. Hay quien afirma que es la mejor de la temporada. No obstante a lo largo de los últimos meses han pasado por este espacio trabajos de gran envergadura que no solo dicen mucho a favor de los autores, sino también de la buena gestión de este centro fotográfico, pionero y único en su género, un detalle con frecuencia olvidado por los visitantes.

La autora de esta nueva muestra es la japonesa, instalada en Barcelona, Atsuko Arai (Kioto,1959) y se titula La vuelta al mundo en Madrid. La suya es una oferta de ilusiones icónicas para atemperar las ansias viajeras de muchos trotamundos con presupuesto recortado. Sugiere la posibilidad de encontrar en una ciudad de nuestro entorno próximo lugares que respondan a la idea manejada sobre distintos países y adentrarse en el sueño deseado.

Atsuko reside en Cataluña desde 1994. Su acercamiento al arte fue en Japón donde estudio pintura, escultura, litografía y diseño. En La escola Masana de Barcelona, que recuerda al fotógrafo catalán perteneciente a la vanguardia española de los años 1920 y 1930, amplió sus conocimientos artísticos e inició un periplo de exposiciones y concursos.

Sus intervenciones la llevan a encuadrarse dentro de los artistas que gustan recurrir al buril y martillo, al pincel, al ordenador o a la cámara oscura, según exija la ocasión. El interés principal se encuentra plasmar una idea. En ella y, lógicamente, en la mejor o peor elección de la herramienta empleada para su materialización encontraremos el acierto o el fracaso del trabajo realizado.

En el caso que nos ocupa la conjunción de pensamiento e instrumento es la adecuada, aunque a veces se hubiera deseado una técnica fotográfica más depurada. A pesar de captar ese ligero desacople, no justificable remitiéndose a la subjetividad interpretativa, y si las emociones más profundas no siempre suben a flote, el espectador consigue participar en el juego visual ofrecido por la autora. Su proyecto se lleva a cabo en Madrid pero bien podría haber realizado en Bilbao, Pamplona, San Sebastián o Vitoria.

Las fotos en su percepción global descubren donde han sido tomadas pero con la selección o corte propuesto nos trasladan a un curioso viaje alrededor del mundo. La estación del tren de cercanías, cuando los vagones descargan su marea humana, nos lleva a Tokio; el retrato del Che en una caseta de feria trae el recuerdo de Cuba y las casetas de libro antiguo en la cuesta de Moyano nos traslada a Montparnasse o quizás hasta los bouquinistes del Sena. Y así, una veintena de situaciones divertidas y sabrosas para viajar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 17 de diciembre de 2002