Por las dimisiones que se vienen sucediendo en el Barça y por el trato que merece el presidente en los corrillos de la ciudad, bien podría parecer que Gaspart está en las últimas. Hay quien sospecha en cambio que es justamente ahora cuando empieza su mandato. Ni una cosa ni otra. Más o menos el presidente ha hecho siempre lo que le ha venido en gana, y han sido los vicepresidentes los que han ido buscando el momento oportuno para salirse de una junta directiva en la que por ideología y respeto a sus partidarios nunca deberían haber entrado. Ya no queda ni rastro de la mal llamada junta de consenso con la que se saldó el triunfo de Gaspart en unas elecciones presentadas como el punto y final de la guerra civil barcelonista entre nuñistas y cruyffistas, como si el nuevo presidente fuera una síntesis de lo uno y de lo otro, cosa muy alejada de la realidad.
MÁS INFORMACIÓN
Josep Martínez Rovira dimitió de la directiva en la que llegó a contar hasta 100, el tiempo suficiente para que nadie pudiera acusar al cabeza de lista de su candidatura y único rival de Gaspart, Lluís Bassat, de no colaborar en el gobierno de unidad. Jaume Llauradó, representante del barcelonismo histórico, se salió sin que a día de hoy se sepa todavía por qué había entrado salvo que para ayudar a que se aprobaran unos estatutos que se presentaron como modélicos. Gabriel Masfurroll rentabilizó mejor que nadie su campaña, y después de ponerle una cara amable y de relaciones públicas a la junta, lo dejó en cuanto la cosa se puso muy fea. Ángel Fernández encadenó su vida en el club a la de Rexach con la diferencia de que renunció al cargo después de que Charly fuera relegado del banquillo a la grada de ojeadores. Y a Joan Castells se lo ha llevado la corriente del Camp Nou que desde el domingo pasado baja por la Diagonal.
Vicepresidente primero, Castells ha protagonizado tantos amagos de dimisión que ahora que se ha ido hay serias dudas sobre si era el momento adecuado. Resulta difícil entender el papel del exvicepresidente en el Barcelona. En la línea de lo que supuso el acuerdo Núñez-Casaus el día después de los comicios de 1978, muchos de los seguidores de Castells se sintieron traicionados cuando, por miedo a perder, su candidato se hizo llamar "la novia" de las elecciones y se decantó por Gaspart por la misma razón que pudo haberse casado con Bassat, ante el que se alinearon unos detrás de otros como si fuera el demonio, tanto por su presunto desconocimiento del barcelonismo como por el talante de alguno de sus aliados, especialmente L´Elefant Blau, azote del nuñismo. Castells ayudó a ganar a Gaspart y ahora aspira a desencadenar su derrota. El vicepresidente había perdido peso respecto a los profesionales del club y al director general, y se sentía despechado por el presidente desde la entrada de Sixte Cambra.
A Castells le honra en su despedida haber pedido antes la convocatoria de elecciones para tranquilizar al equipo, cuadrar las cuentas y serenar al club. Tal declaración no le exime, en cualquier caso y como a todos los demás, de ser corresponsable de cuanto ha sucedido, que es mucho.
La ingenuidad con la que hablan los dimisionarios, manifestando su incapacidad para domesticar al presidente, resulta sorprendente. Gaspart les ha engañado a todos como chinos, y de una junta conocida popularmente como los 101 dálmatas, por la presencia masiva de directivos, ha pasado a una reglamentaria y cubierta por adjuntos y gente de su confianza. A día de hoy, cinco de los seis vicepresidentes con los que formó su primera junta en verano de 2000 han tomado las de Villadiego: Martínez Rovira, Masfurroll, Castells, Llauradó y Férnández. Únicamente queda Francesc Closa, primo carnal suyo.
A ojos vista queda que hoy empieza propiamente el mandato de Gaspart como presidente del Barça y digno sucesor de Núñez. No es extraño pues que se sienta importante y protagonista, a tal punto que se remite a los estatutos aprobados hasta por la oposición para argumentar que su decisión de someterse a la confianza de la asamblea de socios compromisiarios es más democrática que una pañuelada.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de diciembre de 2002