El alcalde vaticanista ataca otra vez a las pobres chicas de la calle. O el presidente buscador de votos, el gobernador aznaridado. Los guardias las acosan como antes. Cuando mandaban Franco y la señora de Carrero Blanco, que en estas cosas sexuales tenía mano, el paseante de la Gran Vía -yo- se veía sorprendido por la chica que se agarraba de su brazo y le pedía: "¡Di que soy tu novia!"; y los guardias no la agarraban. Una vez se llevaron a la novia de verdad de un compañero que viajaba con Franco para publicar los ditirambos precisos en Arriba; la salvamos cuando la mandaban a un campo de concentración: a punto de raparla.
Ahora el lema de vaticanistas, vaticanizados, electoreros o delegados de Gobierno -y jefes provinciales del PP- es que las protegen. ¡Vamos, vamos! El "protector" era antes el chulo, o el caballero que les ponía un entresuelo en el barrio de Salamanca, pero hacia Ventas. Éstos las protegen de las mafias, los proxenetas, los chulos o los policías ful o no ful -"falso", DRAE, germanía-, pero ellas dicen que prefieren eso a la redada. Dicen que les quitan el trabajo; que no pueden hacer otro porque no tienen papeles; que las expulsan a sus países; que no pueden ir al médico porque no tienen seguridad social.
Hablo de las extranjeras: las españolas tienen menos problemas, o ninguno, porque hay que defender nuestros productos frente a los extranjeros. Y son nuestros productos: de padres que expulsan a la hija embarazada, de médicos y farmacéuticos objetores de conciencia, de la pobreza endémica en ciertas capas de la sociedad, de seductores de pueblo, de... Yo qué sé. Habría que preguntar a cada una: "Señorita, ¿y usted por qué es puta?", y rascando nos encontraríamos con nuestra culpa. No he utilizado el trabajo de estas chicas, por las que tengo cariño -las viejas lecturas que afinaban la bondad por el desdichado, los cuentistas rusos, alguna ópera-; tuve un par de buenas amigas y me irrita esta cruzada de los redentores que hacen un daño grave a quienes redimen. Ellos, que pueden, que les den trabajo, regulen su profesión, abran protección para sus hijos; y las subvencionen para que pongan entre varias un pisito y publiquen anuncios en los periódicos que edita la gente bien, los vaticanistas.
(Trini promete nombrar una Defensora de la Mujer; yo no soy partidario de esas segregaciones, pero si ayuda a las de la calle hará una buena cosa).
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 20 de diciembre de 2002