Tengo 24 años y para ganar un sueldo decente trabajo 13 horas al día, fines de semana incluidos. En la flor de la vida, según se dice, me estoy perdiendo lo mejor de mi juventud. Ni amigos ni deporte ni cultura ni ocio, todo poco a poco se abandona. Para ser un yo mismo en el mundo debo matarme a trabajar, ganar una miseria y encima aspirar a "lo que sea" para hacer una vida propia. Una vivienda es más que una utopía para miles de jóvenes que vivimos con el miedo en el cuerpo por si el grifo alguna vez se cierra. Hoy a mi novia la han despedido del trabajo en el que llevaba ejerciendo desde hace cuatro años cobrando otra miseria. Y yo me pregunto: ¿qué es el futuro? Hace meses que mi novia y yo venimos pensando en hipotecar nuestras vidas juntos. Ahora, con ella en la calle y yo sin vida propia, nos alegramos de no haber firmado nuestra sentencia de muerte. Pero lo de España no es ir bien, qué va, es sublime. Muchas veces me pregunto qué hace una persona cuando se levanta en La Moncloa y dice: "Aaaah, qué bien que va España, ¿verdad Anita?"
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 21 de diciembre de 2002