Razón tenía el maestro Joaquín Vidal, cronista de lotería hasta su muerte. Y lo dejó escrito en estas mismas páginas: "Lo bueno de la sala de sorteos es que todo se repite". Y tanto. Allí estaba la señora que se desmaya siempre al escuchar el número del premio gordo, pero que ya no. Y los viejecitos -un poco más que el año pasado- vestidos de chapas y tapones. Y los tunos. Y el que va con un traje forrado de lotería y que esta vez era de cartas, sotas de oros y reyes y cosas así. Hasta estaba el que se pone unos cuernos de mentirijillas en la cabeza. No se vio al del traje de monedas. Pero es verdad, maestro Vidal, que lo bueno del salón de sorteos es que todo se repite. La gente va a lucirse y a hacer declaraciones, con más formalidad que un magistrado del Supremo, a por sus veinte segundos de fama.
Fue, más o menos, lo de otros años. La gente, antes de empezar el sorteo, quería ver si su número estaba en las liras. Y pedía comprobación: "Yaya, pide que te lo miren, yaya". Y la mujer iba corriendo con su décimo hasta el escenario, tranquilizando con un gesto al nieto. Como diciendo: "No te preocupes, que menuda soy yo...". Lo de siempre.
Así que los niños del colegio de San Ildefonso entraron entre risas a eso de las 8.30, con sus chaquetitas azules, tan guapos. Nerviosos y felices. Y cantaron -igual que siempre- más contentos que unas pascuas. Y, luego, hicieron declaraciones como de persona mayor. Ayer, Leidi Londoño, colombiana y sonriente, y Selene Martínez, menuda y feliz, dedicaron el gordo a Galicia y pidieron a los ganadores que repartieran algo entre los necesitados. Un encanto.
A Galicia le fue poco. Poco. Uno de los primeros premios en salir, 48.000 euros al número 52192, fue a Celanova (Ourense). Y hubo como un respiro. Y alguien dijo: "Hombre, a Galicia. Mira qué bien". Pero fue muy poco. Aunque, quien no se consuela es porque no quiere. Y, cuando el premio gordo, uno encontró remedio: "Por lo menos ha caído en la calle de Sanjenjo, de Madrid". Que ya son ganas de buscarle afinidades por mucho que Xanxenxo sea población gallega.
Por lo demás, casi todo igual... Sólo que este año, claro, se cantó todo en euros en vez de en pesetas. Y, al principio, lo decía la gente. Decía: "¡Qué cosa más rara, tú!" Y sí era raro, sí. Quedaba el soniquete un poco corto. Doce minutos menos duró el sorteo por eso de pasar de tres a dos sílabas. Parece que no, pero todo cunde si se aprovecha bien.
Y luego que, además, algunos números fueron bien cortitos. Empezando por el gordo. A las 10.28 lo cantó Leidi: "8103". Y Selene -no me digas que no son nombres bonitos- tapó con su mano los alambres y se le transfiguró la cara y cantó: "Dos millones de euros". Luego confesó: "Se me quedó la mente en blanco". No me digas. Y allí fue ella, maestro. Allí fue ella. Los niños, detrás del escenario gritaban: "¡Leidi, Leidi, Leidi!". Y las madres de las niñas, emocionadas, hacían declaraciones y atendían a la avalancha de periodistas que querían saber sus impresiones sobre tal evento. "Estoy muy emocionada, qué quiere que le diga...".
Pero a lo que íbamos. Que fue un sorteo rápido, por los euros y por los mismos números. Porque otro número cortito, cortito fue el 457, un cuarto premio de 48.000 euros. Y, el que más el que más, el último que salió del bombo: el 91, con 200.000 euros. No se recordaba algo así en el salón de loterías. O eso decían algunos. Así que a esa hora, mucha gente, ya empezó a marcharse. Eran ya casi las doce y aquello se acababa. Y es verdad que la gente, a la salida del salón, se desea "salud y economía, que es la mejor lotería". A ver, qué remedio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 23 de diciembre de 2002