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OPINIÓN DEL LECTOR

Revisar el pasado

La transición democrática generó un pacto de no agresión y de amnesia colectiva ante los crímenes cometidos por Franco y sus allegados durante y tras la guerra incivil que asoló España. Han pasado ya 25 años de democracia y asistimos a un renacer de la curiosidad por saber qué pasó realmente en España durante la dictadura, por conocer la realidad del mayor exilio de la historia de España (mucho mayor que la expulsión de los judíos y moriscos), por conocer la suerte de los miles de esclavos que trabajaron en las obras públicas y monumentos franquistas, de las mujeres encarceladas, de los fusilamientos sumarísimos; en definitiva, de la barbarie de aquel régimen que todavía algunos hoy justifican.

Pese al tiempo transcurrido, aún queda en Sevilla, en la basílica de la Macarena en particular, un espacio reservado para la vergüenza. El que fuera culpable directo del asesinato de Blas Infante y de otros miles de personas durante y tras la Guerra Civil tiene reservado un sitio de preferencia en la basílica. Hace tiempo que el hecho vino a mi conocimiento por el relato de un hombre curtido en los avatares de la vida que me confesó la muerte de la casi totalidad de su familia a manos del verdugo Queipo, y me confesó que jamás pisaría la basílica de la Macarena mientras este individuo estuviese enterrado allí. La Macarena no es sólo una iglesia, es uno de los lugares más visitados por turistas y extranjeros cuando vienen a Sevilla, aunque confío en que no comprendan la verdadera naturaleza e identidad del que se halla enterrado con todos los honores en tan destacado lugar.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 24 de diciembre de 2002