Como profesional de la conservación-restauración, no arquitecto, he seguido con gran interés la polémica suscitada por la Plataforma Disparate en la Colonia Güell respecto a los criterios de intervención aplicados en su restauración. Una crítica que se hace imprescindible si con ella se evita un menoscabo de sus cualidades estéticas, históricas y materiales. Sin embargo, según se desprende del artículo publicado el pasado 19 de diciembre por la arquitecta Beth Galí en las páginas de este diario, los elementos de crítica incluyen exclusivamente los aspectos estructurales y formales de la arquitectura de Gaudí, olvidándose, incomprensiblemente, de la piel de esa arquitectura, de sus revestimientos originales en cerámica y vidrio.
Sólo de ese modo puede calificiarse la intervención efectuada entre 1987 y 1994 en el parque Güell como de "extrema fineza restauradora". Una restauración que supuso la eliminación de un porcentaje considerable de la cerámica de la sala hipóstila y de los bancos del parque, sustituida por otra de nueva factura, sin que se tuviese en cuenta la posibilidad de su consolidación o reintegración.
Si en la crítica a la restauración de la cripta Güell se contemplase el trato recibido por sus materiales ornamentales, tal vez el resultado final podría considerarse menos negativo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 27 de diciembre de 2002