No sólo vamos, en Madrid, en cabeza de la carestía de la vivienda, sino, ante todo -y estrechamente relacionado con ello-, de los desalojos de viviendas, de los cuales llevan a cabo varias decenas cada día los juzgados madrileños, informando de ello los periódicos frecuentemente.
Además, se está manipulando y falseando lo que, en realidad, ocurre con esto, ya que las demoras en los desahucios, de que las que algunos se quejan, no se deben a las normas legales, que a este respecto hoy por hoy son de gran dureza para aquéllos a quienes se desahucia, sino a la sobrecarga de pleitos en los juzgados con mayores densidades de población en sus demarcaciones, entre ellos Madrid. También es necesario tener en cuenta que las dilaciones en esos juzgados alcanzan a todas las materias litigiosas, comenzando, conviene recordarlo, por las relativas a conflictos conyugales.
Y en todas esas materias resultan bastante más graves tales dilaciones que en los desalojos de viviendas, ya que éstas, al fin y al cabo, las recuperan los desahuciadores con las casas fuertemente revalorizadas día a día y para alquilarlas con más altas rentas.
De cualquier modo, ahora va a poner en marcha el Ministerio de Justicia un plan para hacer más activo y rápido el funcionamiento de los juzgados, que ya pondrá peor aún las cosas para los desalojados de las viviendas, sin necesidad de una normativa legal aún más dura.- Máxima Gómez y Manuel Díaz. Madrid.
Control en el supermercado
La tarde del pasado día 18 del presente mes realicé la compra habitual en un establecimiento, me dirigí a una caja a pagar y al pasar por el arco detector se activó (pitó). La señora de la caja, entre código de barras y código de barras, cogió el teléfono y rápidamente apareció un señor de seguridad que muy correctamente me invitó a terminar el pago mientras me interrogaba sobre mi teléfono móvil. Me invitó a pasar nuevamente por el detector y esta vez no pitó, volví a pasar, y otra vez el carro con la compra, y nada.
Luego, el vigilante me preguntó si la camisa, la chaqueta o los zapatos que llevaba puestos los había adquirido en el establecimiento, lo cual evidenciaba una notable falta de observación.
Cuando hubo terminado el interrogatorio me llevó a un cuartito y me pasó otro detector manual que, evidentemente, no se quejó, me hizo vaciar los bolsillos y ya, con gesto de perplejidad, se disculpó y me dejó marchar.
Entiendo que esto no pasa de ser un control rutinario que responde a las medidas habituales y que se han seguido los procedimientos y las normas correspondientes, etcétera.
Lamentablemente, algunos arcos detectores tienden a la traición; unos pitan para que la gente no saque cosas de donde no deben, otros para que no metan cosas donde no tienen que hacerlo y otros, a los traidores me refiero, detectan férreas personalidades, pensamientos ocultos, oscuras intenciones, cansancios plomizos, el hierro de la hemoglobina de la sangre...
Tenga cuidado porque se les ha colado uno y éstos traicionan el negocio. Pero no se preocupe, a un detector de éstos se le puede ajustar, regular, reparar, despedir sin indemnizar e incluso tirar a la basura (a la ecológica), pero a los empleados no se les puede ajustar o regular la sensibilidad, otras cosas ni me atrevo a pensarlas.
En fin, ya que han aguzado ingenio y tecnología para que nadie saque los carros del recinto y se los lleve, lo cual es de agradecer, porque espero que dejemos de ver el paisaje lleno de carros abandonados por el barrio y niños tirándose calle abajo en ellos, y lo más importante, lo que se van a ahorrar en carros, de igual modo podrían abusar de la tecnología e incluso del ingenio y podrían instalar detectores con vocación amable.
Éstos podrían decir algo así como: "Señor Rodríguez, otra vez por aquí, me alegra detectarle de nuevo, le noto algo cansado, le sugiero Hierba Luisa, es muy relajante. Vuelva pronto, y hoy en su tarjeta Travel anotaremos cinco puntos adicionales para que pueda conseguir un viaje y descansar un poco".
Si esto no pudiera ser, al menos algo que dulcifique el poner en evidencia a los clientes, a ver qué le parece: "Señor Rodríguez, nuestro sospechoso favorito, ¿desea ser cacheado por alguien en particular?".
Considere seriamente que en mi familia y en el entorno de personas que me rodeo, pagamos lo que adquirimos, y lo que no podemos pagar ni siquiera nos lo planteamos.
Sepa usted que no sólo me insulta a mí, insulta la educación que mis padres me han transmitido y la que yo y mi mujer con tanto cariño transmitimos a nuestros hijos.
Pierde usted un cliente y gana un sospechoso.
Feliz Navidad.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 29 de diciembre de 2002